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El Don de la Batalla
Morgan Rice


El Anillo del Hechicero #17
EL ANILLO DEL HECHICERO tiene todos los ingredientes para ser un éxito inmediato: conspiraciones, tramas, misterio, caballeros aguerridos e incipientes relaciones repletas de corazones rotos, engaño y traición. Lo entretendrá durante horas y satisfará a personas de todas las edades. Recomendado para la biblioteca habitual de todos los lectores del género fantástico. -Books and Movie Reviews, Roberto Mattos (sobre La Senda de los Héroes) EL DON DE LA BATALLA (Libro #17) es el final de la serie éxito en ventas EL ANILLO DEL HECHICERO, ¡que empieza con UNA SENDA DE HÉROES (Libro #1) ! En EL DON DE LA BATALLA (Libro #17) Thor se enfrenta con su mayor y último reto, al adentrarse más en la Tierra de Sangre en un intento por rescatar a Guwayne. Al encontrarse con enemigos más poderosos de lo que jamás hubiera pensado, Thor pronto se da cuenta de que se enfrenta a un ejército de tinieblas, para el que sus poderes no están preparados. Cuando descubre que un objeto sagrado puede otorgarle los poderes que necesita – un objeto que se ha mantenido en secreto durante mucho tiempo- debe embarcarse en una misión final para recuperarlo antes de que sea demasiado tarde, con el destino del Anillo en una balanza. Gwendolyn mantiene su promesa al Rey de la Cresta, entrando a la torre y enfrentándose al líder del culto para descubrir el secreto que esconde. La revelación la manda a Argon y, por último, al maestro de Argon, donde descubre el mayor de los secretos, uno que puede cambiar el destino de su pueblo. Cuando la Cresta es descubierta por el Imperio, empieza la invasión y, bajo el ataque del mayor ejército conocido por el hombre, recae en Gwendolyn el tener que defender y guiar a su pueblo a un éxodo final en masa. Los hermanos de la Legión de Thor, por su lado, se enfrentan a peligros inimaginables, mientras Angel está muriendo por la lepra. Darius lucha por su vida al lado de su padre en la capital del Imperio, hasta que un cambio inesperado lo empuja, sin nada que perder, a utilizar sus propios poderes. Erec y Alistair llegan a Volusia, luchando río arriba y continúan su búsqueda de Gwendolyn y los exiliados, mientras se enfrentan a batallas inesperadas. Y Godfrey se da cuenta de que, por último, debe tomar la decisión de ser el hombre que desea ser. Volusia, rodeada por todo el poder de los Caballeros de los Siete, debe ponerse a prueba como diosa y descubrir si ella sola tiene el poder de machacar a los hombres y gobernar el Imperio. Mientras Argon se enfrenta al final de sus días, se da cuenta de que ha llegado el momento de sacrificarse. Mientras el bien y el mal cuelgan en una balanza, una épica batalla final – la batalla más grande de todas- determinará el desenlace del Anillo para siempre. Con su sofisticada construcción del mundo y caracterización, EL DON DE LA BATALLA es un relato épico de amigos y amantes, de rivales y pretendientes, de caballeros y dragones, de intrigas y maquinaciones políticas, de crecimiento, de corazones rotos, de engaño, ambición y traición. Es un relato de honor y valentía, de sino y destino, de brujería. Es una fantasía que nos lleva a un mundo que nunca olvidaremos y que gustará a todas las edades y géneros. EL DON DE LA BATALLA es el libro más largo de la serie, ¡con 93. 000 palabras! Llena de acción… La escritura de Rice es de buena calidad y el argumento intrigante. -Publishers Weekly (sobre La Senda de los Héroes)







EL DON DE LA BATALLA



(LIBRO # 17 EN EL ANILLO DEL HECHICERO)



MORGAN RICE


Acerca de Morgan Rice



Morgan Rice tiene el #1 en Г©xito de ventas como el autor mГЎs exitoso de USA Today con la serie de fantasГ­a Г©pica EL ANILLO DEL HECHICERO, compuesta de diecisiete libros; de la serie #1 en ventas EL DIARIO DEL VAMPIRO, compuesta de once libros (y subiendo); de la serie #1 en ventas LA TRILOGГЌA DE SUPERVIVENCIA, novela de suspense post-apocalГ­ptica compuesta de dos libros (y subiendo); y de la nueva serie de fantasГ­a Г©pica REYES Y HECHICEROS, compuesta de seis libros. Los libros de Morgan estГЎn disponibles en audio y ediciones impresas y las traducciones estГЎn disponibles en mГЎs de 25 idiomas.

A Morgan le encanta escucharte, asГ­ que, por favor, visita www.morganrice.books (http://www.morganrice.books/) para unirte a la lista de correo, recibir un libro gratuito, recibir regalos, descargar la app gratuita, conocer las Гєltimas noticias, conectarte con Facebook o Twitter ВЎy seguirla de cerca!


Algunas opiniones acerca de Morgan Rice



”EL ANILLO DEL HECHICERO tiene todos los ingredientes para ser un éxito inmediato: conspiraciones, tramas, misterio, caballeros valientes e incipientes relaciones repletas de corazones rotos, engaño y traición. Lo entretendrá durante horas y satisfará a personas de todas las edades. Recomendado para la biblioteca habitual de todos los lectores del género fantástico”.

-Books and Movie Reviews, Roberto Mattos



“Una entretenida fantasía épica”.

-Kirkus Reviews



“Los inicios de algo extraordinario están ahí”.

-San Francisco Book Review



“Lleno de acción... La obra de Rice es sólida y el argumento es intrigante”.

-Publishers Weekly



“Una animada fantasía...Es sólo el comienzo de lo que promete ser una serie épica para adultos jóvenes”.

--Midwest Book Review


Libros de Morgan Rice



DE CORONAS Y GLORIA

ESCLAVA, GUERRERA, REINA (Libro #1)



REYES Y HECHICEROS

EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES (Libro #1)

EL DESPERTAR DEL VALIENTE (Libro #2)

El PESO DEL HONOR (Libro #3)

UNA FORJA DE VALOR (Libro #4)

UN REINO DE SOMBRAS (Libro #5)

LA NOCHE DEL VALIENTE (Libro #6)



EL ANILLO DEL BRUJO

LA SENDA DE LOS HÉROES (Libro #1)

UNA MARCHA DE REYES (Libro #2)

UN DESTINO DE DRAGONES (Libro #3)

UN GRITO DE HONOR (Libro #4)

UN VOTO DE GLORIA (Libro #5)

UNA POSICIГ“N DE VALOR (Libro #6)

UN RITO DE ESPADAS (Libro #7)

UNA CONCESIГ“N DE ARMAS (Libro #8)

UN CIELO DE HECHIZOS (Libro #9)

UN MAR DE ESCUDOS (Libro #10)

UN REINO DE ACERO (Libro #11)

UNA TIERRA DE FUEGO (Libro #12)

UN MANDATO DE REINAS (Libro #13)

UNA PROMESA DE HERMANOS (Libro #14)

UN SUEГ‘O DE MORTALES (Libro #15)

UNA JUSTA DE CABALLEROS (Libro #16)

EL DON DE LA BATALLA (Libro #17)



LA TRILOGГЌA DE LA SUPERVIVENCIA

ARENA UNO: TRATANTES DE ESCLAVOS (Libro # 1)

ARENA DOS (Libro # 2)



LOS DIARIOS DEL VAMPIRO

TRANSFORMACIГ“N (Libro # 1)

AMORES (Libro # 2)

TRAICIONADA (Libro # 3)

DESTINADA (Libro # 4)

DESEADA (Libro # 5)

COMPROMETIDA (Libro # 6)

JURADA (Libro # 7)

ENCONTRADA (Libro # 8)

RESUCITADA (Libro # 9)

ANSIADA (Libro # 10)

CONDENADA (Libro # 11)

OBSESIONADA (Libro # 12)













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Derechos Reservados В© 2014 por Morgan Rice



Todos los derechos reservados. A excepciГіn de lo permitido por la Ley de Derechos de Autor de EE.UU. de 1976, ninguna parte de esta publicaciГіn puede ser reproducida, distribuida o transmitida en forma o medio alguno ni almacenada en una base de datos o sistema de recuperaciГіn de informaciГіn, sin la autorizaciГіn previa de la autora.

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Г‰sta es una obra de ficciГіn. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes, son producto de la imaginaciГіn de la autora o se utilizan de manera ficticia. Cualquier semejanza con personas reales, vivas o muertas, es totalmente una coincidencia.

Imagen de la cubierta Derechos reservados Photosani, utilizada bajo licencia de Shutterstock.com.








ГЌNDICE



CAPГЌTULO UNO (#uc916f685-df1b-5959-bdea-a5bd5ce50647)

CAPГЌTULO DOS (#u596185cc-7fba-5367-b153-1a5257cc3bb9)

CAPГЌTULO TRES (#u17b6bc31-7dcd-5259-833d-91423c30d6e3)

CAPГЌTULO CUATRO (#u6365c7f1-bcf7-5e27-964c-9cb1f0fb5862)

CAPГЌTULO CINCO (#u78cc03c1-f78e-5bb0-add4-0743fe697f4a)

CAPГЌTULO SEIS (#ue541e83f-365c-55ce-9fc5-d0119a7f2952)

CAPГЌTULO SIETE (#u7094166a-d2ef-5094-848e-436b859b67b8)

CAPГЌTULO OCHO (#ub793a96c-c516-5767-9a8f-7023d6596e11)

CAPГЌTULO NUEVE (#u9e78d57d-9f51-5228-8ac3-649cf5255838)

CAPГЌTULO DIEZ (#ud0736a9c-4cdd-5be1-8c69-413806c8ce47)

CAPГЌTULO ONCE (#ud4560499-d994-5afc-85a2-83d0e2af4c32)

CAPГЌTULO DOCE (#u58332620-7441-5150-a5ff-d53b7c0732fd)

CAPГЌTULO TRECE (#u1577f6eb-7339-53e3-9f7b-10585d87d0cf)

CAPГЌTULO CATORCE (#u84e292df-f259-5bc3-b93a-5975a08ad62d)

CAPГЌTULO QUINCE (#u4f5fef1f-f30d-5322-9fcd-f4a5a2819ecd)

CAPÍTULO DIECISÉIS (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO DIECISIETE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO DIECIOCHO (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO DIECINUEVE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO VEINTE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO VEINTIUNO (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO VEINTIDГ“S (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO VEINTITRÉS (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO VEINTICUATRO (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO VEINTICINCO (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO VEINTISÉIS (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO VEINTISIETE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO VEINTIOCHO (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO VEINTINUEVE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO TREINTA (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO TREINTA Y UNO (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO TREINTA Y DOS (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO TREINTA Y TRES (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO TREINTA Y CUATRO (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO TREINTA Y CINCO (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO TREINTA Y SEIS (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO TREINTA Y SIETE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO TREINTA Y OCHO (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO TREINTA Y NUEVE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO CUARENTA (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO CUARENTA Y UNO (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO CUARENTA Y DOS (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO CUARENTA Y TRES (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO CUARENTA Y CUATRO (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO CUARENTA Y CINCO (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO CUARENTA Y SEIS (#litres_trial_promo)


Para Jake Maynard.



Un verdadero guerrero.


“Viniste a mí con una espada, una lanza y una jabalina –

pero yo vine a ti con el Nombre del Señor, Maestro de las Legiones, Dios de los ejércitos”.



-David a Goliat

I Samuel, 17:45




CAPГЌTULO UNO


Thorgrin, de pie en el barco que se balanceaba violentamente, mirГі delante suyo y lentamente, horrorizado, empezГі a darse cuenta de lo que acababa de hacer. BajГі la mirada atГіnito hacia su propia mano, que todavГ­a agarraba la Espada de los Muertos y, al alzar la mirada, vio a tan solo unos centГ­metros, la cara de su mejor amigo, Reece, que lo miraba fijamente, con los ojos abiertos como platos por el dolor y la traiciГіn. A Thor le temblaban violentamente las manos cuando se dio cuenta de que acababa de apuГ±alar a su mejor amigo en el pecho y estaba viendo cГіmo morГ­a delante de sus ojos.

Thor no comprendГ­a lo que habГ­a sucedido. Mientras el barco daba vueltas y giraba, las corrientes continuaban empujГЎndolos a travГ©s de los Estrechos de la Locura hasta que, finalmente, salieron al exterior. Las corrientes se calmaron, el barco recuperГі el equilibrio y las gruesas nubes empezaron a levantarse cuando, con un Гєltimo estallido, salieron a las aguas calmadas y tranquilas.

Cuando lo hicieron, la niebla que habГ­a rodeado la mente de Thor se levantГі y Г©l empezГі a sentir su antiguo yo, a ver el mundo con claridad una vez mГЎs. MirГі a Reece, que estaba delante suyo, y se le rompiГі el corazГіn al darse cuenta de que no era el rostro de un adversario, sino el de su mejor amigo. Lentamente, se dio cuenta de lo que habГ­a hecho, se dio cuenta de que en las garras de algo superior a Г©l, un espГ­ritu de locura que no podГ­a controlar, le habГ­a obligado a llevar a cabo aquel terrible acto.

“¡NO!” gritó Thorgrin, con la voz rota por la angustia.

Thor extrajo la Espada de los Muertos del pecho de su mejor amigo y, al hacerlo, Reece suspirГі y se desmayГі. Thor lanzГі la espada lejos, sin ni siquiera mirarla y esta fue a parar a cubierta con un golpe seco y hueco, mientras Thor se desplomaba sobre sus rodillas y cogГ­a a Reece, sujetГЎndolo entre sus brazos, decidido a salvarlo.

“¡Reece!” exclamó destrozado por la culpa.

Thor estirГі el brazo y apretГі su mano contra la herida, para intentar detener la pГ©rdida de sangre. Pero sentГ­a que la sangre caliente corrГ­a entre sus dedos, sentГ­a que la fuerza vital de Reece lo iba abandonando mientras lo sujetaba en sus brazos.

Elden, Matus, Indra y Angel se acercaron corriendo, liberados ellos tambiГ©n de las garras de su locura y se agolparon alrededor. Thor cerrГі los ojos y rezГі con todas sus fuerzas para que su amigo volviera a Г©l, para que se le concediera a Г©l, Thor, una oportunidad para enmendar su error.

Thor escuchГі unos pasos y, al alzar la vista, vio que Selese venГ­a corriendo, con la piel mГЎs pГЎlida de lo que jamГЎs Г©l la habГ­a visto y con los ojos brillando con una luz de otro mundo. Se dejГі caer de rodillas delante de Reece, lo tomГі en sus brazos y, al hacerlo, Thor lo soltГі al ver el resplandor que la rodeaba y al recordar sus poderes como curandera.

Selese alzГі la vista hacia Thor, sus ojos ardГ­an con intensidad.

“Solo tú puedes salvarlo”, dijo encarecidamente. “¡Coloca tu mano sobre su herida ahora!” ordenó.

Thor alargГі el brazo y puso una mano sobre el pecho de Reece y, al hacerlo, Selese colocГі la suya sobre la de Г©l. El sintiГі que el calor y la energГ­a atravesaban la mano de ella, su propia mano hasta llegar a la herida de Reece.

Ella cerrГі los ojos y empezГі a canturrear y Thor sintiГі que una ola de calor se levantaba en el cuerpo de su amigo. Thor rezГі con todas sus fuerzas para que su amigo volviera a Г©l, para que se le perdonara aquella locura que lo habГ­a llevado a hacer eso.

Para gran alivio de Thor, Reece empezГі a abrir lentamente los ojos. ParpadeГі y alzГі la vista al cielo y, a continuaciГіn, se incorporГі lentamente.

Thor observГі estupefacto cГіmo Reece pestaГ±eaba varias veces y bajaba la vista hacia su herida: estaba totalmente curada. Thor estaba sin palabras, abrumado, impresionado por los poderes de Selese.

“¡Hermano mío!” gritó.

AlargГі el brazo y lo abrazГі y Reece, desorientado, lo abrazГі tambiГ©n lentamente mientras Thor lo ayudaba a ponerse de pie.

“¡Estás vivo!” exclamó Thor, sin apenas atreverse a creerlo y agarrándolo por el hombro. Thor pensó en todas las batallas en las que habían estado juntos, en todas las aventuras y no podría haber soportado la idea de perderlo.

“¿Y por qué no iba a estarlo?” Reece parpadeó confundido. Miró las caras de curiosidad de la Legión que había a su alrededor y parecía desconcertado. Los demás se adelantaron y, uno a uno, lo abrazaron.

Mientras los demás iban hacia allí, Thor miró a su alrededor y estudió la situación y de repente se dio cuenta, horrorizado, de que faltaba alguien: O’Connor.

Thor corrió hacia el barandal lateral y buscó en las aguas desesperadamente al recordar que O’Connor, en el punto más alto de su locura, había saltado del barco hacia las embravecidas corrientes.

“¡O’Connor!” exclamó.

Los otros fueron corriendo a su lado y también buscaron entre las aguas. Thor miraba fijamente hacia abajo y estiró el cuello para mirar hacia los Estrechos, a las embravecidas aguas rojas, llenas de sangre –y, al hacerlo, vio que O’Connor, agitando brazos y piernas, estaba siendo engullido justo hacia el borde de los Estrechos.

Thor no perdiГі el tiempo; reaccionГі por instinto, saltГі hasta ponerse encima del barandal y se tirГі al agua de cabeza.

Sumergido y sorprendido por su temperatura, Thor notГі lo espesa que era el agua, parecГ­a que estaba nadando entre sangre. El agua estaba tan caliente que parecГ­a que nadaba en barro.

Thor necesitó todas sus fuerzas para andar a través de las aguas viscosas de vuelta a la superficie. Fijó la mirada en O’Connor, que empezaba a hundirse y vio el pánico en sus ojos. Mientras O’Connor cruzaba el borde hacia mar abierto también vio que la locura empezaba a abandonarlo.

Sin embargo, mientras sacudГ­a brazos y piernas, empezaba a hundirse y Thor sabГ­a que si no lo alcanzaba pronto, pronto se hundirГ­a hacia el fondo de los Estrechos y nunca mГЎs lo volverГ­an a encontrar.

Thor dobló sus esfuerzos, nadaba con todas sus fuerzas, nadando a pesar del intenso dolor y el agotamiento que sentía en los hombros. Y aún así, O’Connor empezó a hundirse en el agua mientras él se acercaba.

Thor sintiГі una inyecciГіn de adrenalina mientras observaba cГіmo su amigo se hundГ­a bajo la superficie y supo que era ahora o nunca. SaliГі como una rГЎfaga hacia delante, se zambullГі bajo el agua y dio una gran patada. NadГі por debajo del agua, esforzГЎndose por abrir los ojos y ver a travГ©s del espeso lГ­quido; no pudo. Le escocГ­an demasiado.

Thor cerrГі los ojos e hizo uso de su instinto. EvocГі a una profunda parte de sГ­ mismo que podГ­a ver sin ver con los ojos.

Con otro golpe desesperado, Thor alargГі el brazo, tocando a tientas el agua que habГ­a ante Г©l y notГі algo: una manga.

Agarró a O’Connor eufórico y sorprendido de lo que pesaba al hundirse.

Thor tiraba a la vez que daba la vuelta y se dirigГ­a otra vez a la superficie con todas sus fuerzas. Estaba agГіnico, cada mГєsculo de su cuerpo protestaba, mientras pataleaba y nadaba hacia la libertad. El agua era muy espesa, tenГ­a mucha presiГіn, parecГ­a que sus pulmones le iban a estallar. A cada brazada de su mano, le parecГ­a que estaba tirando del mundo.

Justo cuando pensaba que nunca lo conseguiría, que se hundiría con O’Connor en las profundidades y morirían en aquel horrible lugar, Thor salió a la superficie del agua de repente.

Respirando con dificultad, se giró y, al mirar a su alrededor, vio aliviado que habían aparecido al otro lado de los Estrechos de la Locura, en mar abierto. Vio que la cabeza de O’Connor aparecía de repente a su lado, vio que él también respiraba con dificultad y su sensación de alivio fue completa.

Thor observГі cГіmo la locura abandonaba a su amigo y la cordura volvГ­a lentamente a su mirada.

O’Connor parpadeó varias veces, tosió y echó agua y después miró a Thor de manera inquisidora.

“¿Qué estamos haciendo aquí?” preguntó confundido. “¿Dónde estamos?”

“¡Thorgrin!” llamó una voz.

Thor escuchГі un chapoteo a su lado y, al darse la vuelta, vio que una pesada cuerda iba a parar al agua a su lado. AlzГі la vista y vio allГ­ a Angel, junto a los demГЎs en el barandal del barco, que habГ­a vuelto hacia allГ­ para recogerlos.

Thor la cogió y agarró a O’Connor con su otra mano y, al hacerlo, la cuerda se movió, Elden los alcanzó y, con su gran fuerza, tiró de ambos hasta el lateral del casco. Los otros miembros de la Legión se les unieron y tiraron, estirón a estirón, hasta que Thor sintió cómo subía hasta estar en el aire y, finalmente, por encima del barandal. Los dos fueron a parar a cubierta del barco con un fuerte batacazo.

Thor, agotado y sin respiración, todavía tosiendo agua de mar, se tumbó en cubierta al lado de O’Connor: O’Connor se giró y lo miró, igualmente agotado, y Thor vio la gratitud en su mirada. Vio cómo O’Connor le daba las gracias. No hacía falta decir ninguna palabra, Thor lo entendía. Tenían un código silencioso. Eran hermanos de la Legión. Sacrificarse el uno por el otro era lo que hacían. Era por lo que vivían.

De repente, O’Connor empezó a reír.

Al principio Thor se preocupó, preguntándose si la locura todavía estaba sobre él, pero después se dio cuenta de que O’Connor estaba bien. Acababa de volver a su antiguo yo. Reía por el alivio, reía por la alegría de estar vivo.

Thor tambiГ©n empezГі a reГ­r, dejando atrГЎs el esfuerzo y los demГЎs se le unieron. Estaban vivos, a pesar de todo, estaban vivos.

Los otros miembros de la Legión se acercaron hacia delante, agarraron a O’Connor y a Thor y tiraron de ellos hasta que se pusieron de pie. Todos estrecharon las manos, se abrazaron con alegría, sus barco, finalmente entraba navegando con suavidad por las aguas que tenía enfrente.

Thor echГі un vistazo y vio aliviado que se estaban alejando mГЎs y mГЎs de los Estrechos y la cordura descendГ­a sobre todos ellos. Lo habГ­an conseguido; habГ­an atravesado los Estrechos, a un alto precio, sin embargo. Thor no creГ­a que pudieran sobrevivir a otro viaje a travГ©s de ellos.

“¡Allí!” exclamó Matus.

Thor se girГі a la vez que los demГЎs y siguiГі hacia donde seГ±alaba con el dedo y se quedГі estupefacto por la vista que tenГ­an ante ellos. Vio una visiГіn totalmente nueva que se extendГ­a ante ellos en el horizonte, un nuevo paisaje en esta Tierra de Sangre. Era un paisaje lleno de penumbra, con oscuras nubes colgando bajas en el horizonte, el agua todavГ­a llena de sangre y, aГєn asГ­, la silueta de la orilla estaba mГЎs cerca, mГЎs visible. Era negra, desprovista de ГЎrboles o vida, parecГ­a hecha de ceniza y barro.

Los latidos de Thor se aceleraron cuando, mГЎs allГЎ en la distancia, divisГі un castillo negro, hecho de lo que parecГ­a ser tierra, ceniza y barro, levantГЎndose de la tierra como formando uno con ella. Thor percibГ­a la maldad que emanaba de ella.

HabГ­a un estrecho canal que llevaba hasta el castillo, sus vГ­as navegables estaban repletas de antorchas, bloqueadas por un puente levadizo. Thor vio antorchas ardiendo en las ventanas del castillo y sintiГі una repentina sensaciГіn de certeza: con todo su corazГіn, sabГ­a que Guwayne estaba dentro del castillo esperГЎndole.

“¡A toda vela!” exclamó Thor, sintiendo de nuevo que lo tenía todo bajo control, sintiendo que tenía una nueva meta.

Sus hermanos se pusieron enseguida en acciГіn, elevando las velas mientras estas cogГ­an la fuerte brisa que se levantaba por detrГЎs y los empujaba hacia delante. Por primera vez desde que entraron a esta Tierra de Sangre, Thor tuvo una sensaciГіn de optimismo, la sensaciГіn de que realmente podГ­a encontrar a su hijo y podГ­a rescatarlo de allГ­.

“Me alegro de que estés vivo”, dijo una voz.

Thor se girГі, bajГі la vista y vio a Angel mirando hacia arriba y sonriГ©ndole, mientras tiraba de su camisa. Г‰l sonriГі, se arrodillГі a su lado y la abrazГі.

“Igualmente yo de que tú lo estés”, respondió.

“No entiendo lo que pasó”, dijo ella. “En un minuto era yo misma y al siguiente…era como si no me conociera”.

Thor sacudiГі lentamente con la cabeza, intentando olvidar.

“La locura es el peor enemigo de todos”, respondió él. “Nosotros mismos somos el enemigo que no podemos vencer”.

Ella frunciГі el ceГ±o preocupada.

“¿Volverá a pasar?” preguntó ella. “¿Hay algo en este lugar que se le parezca?” preguntó con miedo en la voz mientras observaba el horizonte con atención.

Thor tambiГ©n lo observaba mientras se preguntaba lo mismo, cuando poco despuГ©s, ante su horror, la respuesta vino corriendo hacia ellos.

Se escuchГі un tremendo chapoteo, como el ruido de una ballena saliendo a la superficie y Thor se sorprendiГі al ver la criatura mГЎs horrorosa que jamГЎs habГ­a visto apareciendo ante Г©l. ParecГ­a un calamar monstruoso, de unos quince metros de altura, rojo brillante, del color de la sangre y se cerniГі amenazador sobre el barco al salir disparado del agua, sus interminables tentГЎculos de unos nueve metros de longitud, docenas de ellos esparciГ©ndose en todas direcciones. Sus ojos amarillos pequeГ±os y brillantes los miraban con el ceГ±o fruncido, llenos de ira, mientras su enorme boca, repleta de afilados colmillos amarillos, se abrГ­a haciendo un ruido repugnante. La criatura bloqueГі toda luz que los lГєgubres cielos dejaban pasar y lanzГі un grito sobrenatural mientras descendГ­a directo hacia ellos, con los tentГЎculos extendidos, lista para devorar el barco entero.

Thor la observaba con terror, atrapado en su sombra junto a los demГЎs y supo que habГ­an ido de una muerte segura a otra.




CAPГЌTULO DOS


El comandante del Imperio azotaba a su zerta una y otra vez mientras galopaba a través del Gran Desierto, siguiendo el rastro, como había estado haciendo durante días a través del suelo del desierto. Tras él, sus hombres cabalgaban casi sin aire para respirar, al límite de desplomarse, ya que no les había dado ni un instante para descansar durante todo el tiempo que habían estado cabalgando –incluso a lo largo de la noche. Sabía cómo tener a los zertas a sus pies y también sabía cómo hacerlo con los hombres.

No tenГ­a piedad con Г©l mismo y, desde luego, no tenГ­a ninguna con sus hombres. QuerГ­a que fueran insensibles al agotamiento y al calor y al frГ­o, especialmente cuando estaban en una misiГіn tan sagrada como aquella. Al fin y al cabo, si aquel rastro llevaba hasta donde Г©l esperaba que lo hiciera -a la misma legendaria Cresta- aquello podrГ­a cambiar el destino de todo el Imperio.

El comandante hundiГі sus talones en el lomo del zerta hasta que este chillГі, obligГЎndolo a ir aГєn mГЎs rГЎpido, hasta que casi tropezar con sГ­ mismo. MirГі hacia el sol con los ojos entreabiertos, escudriГ±ando el rastro mientras avanzaban. HabГ­a seguido muchos rastros en su vida y habГ­a matado a mucha gente al final de los mismos, sin embargo, jamГЎs habГ­a seguido un rastro tan fascinante como aquel. SentГ­a lo cerca que estaba del mayor descubrimiento en la historia del Imperio. Su nombre serГ­a conmemorado, cantado durante generaciones.

Subieron una cresta en el desierto y empezГі a escuchar un dГ©bil ruido que crecГ­a, como si una tormenta se estuviera fraguando en el desierto; echГі un vistazo al llegar a la cima, esperando ver una tormenta de arena viniendo hacia ellos y se sorprendiГі al divisar, en cambio, un muro de arena inmГіvil a casi unos cien metros, levantГЎndose directamente del suelo hacia el cielo, dando vueltas y arremolinГЎndose, como un tornado quieto.

Se detuvo, con sus hombres a su lado, y observГі curioso cГіmo parecГ­a no moverse. No lo comprendГ­a. Era un muro de arena embravecida, pero no se acercaba mГЎs. Se preguntaba quГ© habГ­a al otro lado. De algГєn modo, percibГ­a que era la Cresta.

“Su rastro termina”, dijo uno de los soldados en tono burlón.

“No podemos atravesar ese muro”, dijo otro.

“No nos ha llevado a otra cosa que no sea más arena”, dijo otro.

El comandante negГі lentamente con la cabeza, frunciendo el ceГ±o con convencimiento.

“¿Y qué sucede si al otro lado de aquella esa arena existe una tierra?” replicó.

“¿Al otro lado?” preguntó un soldado. “Está loco. No es más que una nube de arena, un yermo interminable, como el resto del desierto”.

“Admita su fracaso”, dijo otro soldado. “Demos la vuelta ahora -o si no, volveremos sin usted”.

El comandante se girГі y mirГі a sus soldados, atГіnito ante su insolencia y vio el menosprecio y la rebeliГіn en sus ojos. SabГ­a que debГ­a actuar con rapidez si tenГ­a que reprimir aquello.

En un ataque de ira repentina, el comandante bajГі el brazo, agarrГі un puГ±al de su cinturГіn y lo blandiГі hacia atrГЎs en un movimiento rГЎpido, clavГЎndolo en la garganta del soldado. El soldado jadeГі y cayГі de su zerta hacia atrГЎs hasta golpear el suelo y formГі un charco de sangre fresca en el suelo del desierto. En unos instantes, un enjambre de insectos apareciГі de la nada, cubriГі su cuerpo y se lo comieron.

Ahora los otros soldados miraban al comandante atemorizados.

“¿Hay alguien más que desee desafiar mis órdenes?” preguntó.

Los hombres miraban nerviosos fijamente, pero esta vez no dijeron nada.

“O bien os matará el desierto”, dijo, “o lo haré yo. Vosotros elegís”.

El comandante fue hacia delante, con la cabeza baja y soltГі un grito de guerra mientras galopaba directo al muro de arena, sabiendo que podГ­a valerle la muerte. SabГ­a que sus hombres le seguirГ­an y, un instante despuГ©s, escuchГі el ruido de sus zertas y sonriГі satisfecho. A veces era necesario mantenerlos a raya.

ChillГі al entrar en el tornado de arena. ParecГ­a que cientos de toneladas de arena lo asfixiaban, rozГЎndole la piel en todas direcciones mientras se adentraba mГЎs y mГЎs en Г©l. El ruido era muy fuerte, parecГ­a que tenГ­a mil avispones en los oГ­dos y, sin embargo, Г©l continuaba, dando patadas a su zerta, forzГЎndolo aunque protestara a adentrarse mГЎs y mГЎs. SentГ­a que la arena le araГ±aba la cabeza, los ojos y la cara y sentГ­a que podГ­a desgarrarlo a trozos.

Sin embargo, continuaba cabalgando.

Justo cuando se estaba preguntando si sus hombres tenГ­an razГіn, si aquel muro no llevaba a nada, si todos morirГ­an en aquel lugar, de repente y para gran alivio del comandante, saliГі de la arena hacia la luz del dГ­a de nuevo, sin mГЎs arena que le araГ±ara, ni mГЎs ruido en sus oГ­dos, nada sino el cielo abierto y el aire -que nunca se habГ­a alegrado tanto de ver.

A su alrededor, tambiГ©n aparecieron sus hombres, todos ellos con araГ±azos y sangrando como Г©l, junto a sus zertas, todos parecГ­an mГЎs muertos que vivos, pero todos estaban vivos.

Y cuando alzГі la vista y echГі un vistazo delante suyo, el corazГіn del comandante latiГі mГЎs rГЎpido de repente, al detenerse de golpe ante la sorprendente vista. No podГ­a respirar mientras se empapaba de la vista y, de manera lenta pero segura, sintiГі que en su corazГіn crecГ­a una sensaciГіn de victoria, de triunfo. Unos picos majestuosos se levantaban directos al cielo formando un cГ­rculo. Un lugar que solo podГ­a ser una cosa:

La Cresta.

AllГ­ estaba en el horizonte, disparГЎndose hacia el cielo, imponente, grande, extendiГ©ndose hasta perderla de vista a cada lado. Y allГ­, en la cima, se sorprendiГі al ver a miles de soldados vigilando con relucientes armaduras que brillaban a la luz del sol.

La habГ­a encontrado. Г‰l, y solo Г©l, la habГ­a encontrado.

Sus hombres se detuvieron a su lado bruscamente y vio que ellos tambiГ©n la miraban impresionados y asombrados, boquiabiertos, todos ellos con el mismo pensamiento: aquel momento era historia. Todos ellos serГ­an hГ©roes, conocidos por generaciones en la sabidurГ­a tradicional del Imperio.

Con una amplia sonrisa, el comandante se girГі y mirГі a sus hombres, que ahora lo miraban con deferencia; entonces tirГі de su zerta y lo hizo girar, preparГЎndolo para volver cabalgando a travГ©s del muro de arena y, directos sin parar, hasta alcanzar la base del Imperio e informar a los Caballeros de los Siete de lo que habГ­a descubierto personalmente. SabГ­a que en unos dГ­as toda la fuerza del Imperio descenderГ­a sobre este lugar, el peso de un millГіn de hombres decididos a destruir. AtravesarГ­an este muro de arena, escalarГ­an la Cresta y aplastarГ­an a aquellos caballeros y se apoderarГ­an del Гєltimo territorio que quedaba libre en el Imperio.

“Hombres”, dijo, “nuestro momento ha llegado. Preparaos para que vuestros nombres queden grabados para la eternidad”.




CAPГЌTULO TRES


Kendrick, Brandt, Atme, Koldo y Ludvig caminaban a travГ©s del Gran Desierto, mientras salГ­an los soles en el desierto al amanecer, a pie como habГ­an hecho toda la noche, decididos a rescatar al joven Kaden. Marchaban con los rostros serios, siguiendo un ritmo, silenciosos, cada uno de ellos con las manos sobre sus armas, mirando detenidamente hacia abajo y siguiendo el rastro de los Caminantes de Arena. Los centenares de huellas los adentraban mГЎs y mГЎs en aquel paisaje de desolaciГіn.

Kendrick empezaba a preguntarse si alguna vez terminarГ­a. Se sorprendГ­a al verse de nuevo en esa posiciГіn, de vuelta a aquel Desierto que habГ­a jurado que nunca volverГ­a a pisar, especialmente a pie, sin caballos, sin provisiones y sin modo de regresar. HabГ­an depositado su fe en los otros caballeros de la Cresta de que estos volverГ­an a ellos con caballos ya que, si no era asГ­, habГ­an comprado un billete de ida a una misiГіn sin regreso.

Pero Kendrick sabГ­a que este era el significado del valor. Kaden, un joven y buen guerrero con un gran corazГіn, habГ­a hecho guardia de manera noble, se habГ­a aventurado con valor en el desierto para probarse a sГ­ mismo mientras hacГ­a guardia y lo habГ­an secuestrado aquellas bestias salvajes. Koldo y Ludvig no podГ­an dar la espalda a su hermano pequeГ±o, por desalentadora que fuera la situaciГіn, y Kendrick, Brandt y Atme no les podГ­an dar la espalda a todos ellos; su sentido del deber y el dolor les obligaba a actuar de otro modo. Estos nobles caballeros de la Cresta los habГ­an acogido con hospitalidad y gracia cuando mГЎs lo habГ­an necesitado y ahora era el momento de devolverles el favor, costara lo que costara. La muerte significaba poco para Г©l, pero el honor lo significaba todo.

“Háblame de Kaden”, dijo Kendrick dirigiéndose a Koldo, con el deseo de romper la monotonía del silencio.

Koldo alzГі la vista, sobresaltado tras el profundo silencio, y suspirГі.

“Es uno de los mejores guerreros jóvenes que jamás conocerás”, dijo. “Su corazón siempre es mayor que su edad. Quería ser un hombre antes incluso de que fuera un chico, quería empuñar una espada antes incluso de poder sostenerla”.

NegГі con la cabeza.

“No me sorprende que se aventurara tanto, sería el primero si hubiera que vigilar. No daba marcha atrás ante nada, especialmente si significaba cuidar de los demás”.

Ludvig se metiГі en la conversaciГіn.

“Si se hubieran llevado a cualquiera de nosotros”, dijo, “nuestro hermano pequeño sería el primero en ofrecerse voluntario. Es el más joven de nosotros y representa lo mejor que hay en nosotros”.

Kendrick intuГ­a todo aquello por lo que habГ­a visto, mientras hablaba con Kaden. HabГ­a reconocido el espГ­ritu guerrero que habГ­a en su interior, incluso para lo joven que era. Kendrick sabГ­a, siempre lo habГ­a sabido, que la edad no tenГ­a nada que ver con ser guerrero: el espГ­ritu guerrero residГ­a o no en alguien. El espГ­ritu no mentГ­a.

Continuaron caminando durante un buen rato, apoyГЎndose en el silencio ininterrumpido mientras los soles seguГ­an subiendo, hasta que finalmente Brandt se aclarГі la garganta.

“¿Y qué pasa con esos Caminadores de Arena?” preguntó Brandt a Koldo.

Koldo se girГі hacia Г©l mientras caminaban.

“Un sanguinario grupo de nómadas”, respondió. “Más bestias que hombres. Se les conoce porque vigilan la periferia del Muro de Arena”.

“Carroñeros”, interrumpió Ludvig. “Se sabe que arrastran a sus víctimas hasta las profundidades del desierto”.

“¿Hacia dónde?” preguntó Atme.

Koldo y Ludvig intercambiaron una mirada ominosa.

“A donde sea que se reúnan, donde llevan a cabo un ritual y los cortan a pedazos”.

Kendrick se encogiГі al pensar en Kaden y en el destino que le aguardaba.

“Entonces no hay mucho tiempo que perder”, dijo Kendrick. “Corramos, ¿no?”

Todos se miraron entre ellos, conocedores de la inmensidad de aquel lugar y del largo camino que tenГ­an por delante, especialmente con la temperatura, que iba en aumento, y con sus armaduras. Todos sabГ­an lo peligroso que serГ­a no llevar un buen ritmo en este cruel paisaje.

Pero no lo dudaron y empezaron a correr juntos. Corrieron hacia la nada, mientras el sudor corrГ­a por sus rostros, sabiendo que si no encontraban pronto a Kaden, aquel desierto los matarГ­a a todos.



*



Kendrick respiraba con dificultad mientras corrГ­a, el segundo sol estaba alto por encima de sus cabezas, su luz era cegadora, su calor sofocante y, aГєn asГ­, Г©l y los demГЎs continuaban corriendo, a todos ellos les faltaba el aire y sus armaduras hacГ­an un ruido metГЎlico mientras corrГ­an. El sudor corrГ­a por la cara de Kendrick y los ojos le escocГ­an tanto que apenas podГ­a ver. Sus pulmones estaban a punto de explotar y Kendrick nunca habГ­a sabido lo mucho que se puede ansiar el oxГ­geno. Kendrick nunca habГ­a experimentado algo parecido a la temperatura de aquellos soles, tan intensa que parecГ­a que le iba a quemar la piel hasta hacerla caer de su cuerpo.

Kendrick sabГ­a que no llegarГ­an mucho mГЎs lejos con este calor, a este paso; pronto todos morirГ­an allГ­, se desplomarГ­an, no serГ­an mГЎs que comida para los insectos. De hecho, mientras corrГ­an, Kendrick escuchГі un lejano chillido y, al alzar la vista, vio que unos buitres que volaban en cГ­rculo iban descendiendo. Ellos siempre eran los mГЎs listos: sabГ­an cuando una nueva muerte era inminente.

Cuando Kendrick observГі las huellas de los Caminantes de Arena, que todavГ­a se desvanecГ­an en el horizonte, no podГ­a comprender cГіmo habГ­an cubierto tanto terreno tan rГЎpidamente. Solo rezaba para que Kaden todavГ­a estuviera vivo, para que todo aquello no fuera en vano. Pero, a su pesar, no podГ­a evitar preguntarse si alguna vez lo alcanzarГ­an. Era como seguir unas huellas en un ocГ©ano que se desvanece.

Kendrick echГі un vistazo a su alrededor y vio que los demГЎs tambiГ©n iban perdiendo fuerzas, mГЎs que correr, se iban desplomando, apenas se mantenГ­an de pie, pero todos estaban decididos, igual que Г©l, a no detenerse. Kendirck sabГ­a -todos lo sabГ­an- que en el momento en que dejaran de moverse, todos estarГ­an muertos.

Kendrick querГ­a romper la monotonГ­a del silencio, sin embargo, ahora estaba demasiado cansado para hablar con los demГЎs y obligaba a sus piernas a ir hacia delante, sintiГ©ndolas como si pesaran medio millГіn de kilos. No se atrevГ­a a usar su energГ­a ni para alzar la vista hacia el horizonte, sabiendo que no verГ­a nada, sabiendo que, despuГ©s de todo, estaba condenado a morir allГ­. En cambio, bajaba la vista hacia el suelo, observando el rastro, conservando cualquier valiosa energГ­a que le quedara.

Kendrick escuchГі un ruido y, al principio, estaba seguro de que se trataba de su imaginaciГіn; sin embargo, se repitiГі, un ruido lejano, como el zumbido de unas abejas, y esta vez se obligГі a alzar la vista, sabiendo que era algo estГєpido, que allГ­ no podГ­a haber nada, asustado de tener esperanzas.

Pero esta vez, la visiГіn que tenГ­a delante de Г©l hizo que su corazГіn palpitara por los nervios. AllГ­, delante de ellos, quizГЎs a casi unos cien metros, habГ­a una reuniГіn de Caminantes de Arena.

Kendrick dio un golpe a los demГЎs y todos alzaron la vista, recuperГЎndose rГЎpidamente de su ensimismamiento tambiГ©n y todos ellos lo vieron conmocionados. La batalla habГ­a llegado.

Kendrick bajГі el brazo y agarrГі su arma y los demГЎs hicieron lo mismo, y sintieron el conocido disparo de adrenalina.

Los Caminantes de Arena, docenas de ellos, se giraron y los divisaron y tambiГ©n se prepararon, encarГЎndose a ellos. Chillaron y rompieron a correr.

Kendrick alzГі su espada en alto y soltГі un grito de guerra, preparado al fin para matar a sus enemigos -o morir en el intento.




CAPГЌTULO CUATRO


Gwendolyn caminaba solemnemente a travГ©s de la capital de la Cresta, con Krohn a su lado, Steffen detrГЎs de ella y su mente vacilando mientras reflexionaba acerca de las palabras de Argon. Por un lado, estaba jubilosa porque se habГ­a recuperado, habГ­a vuelto en sГ­, pero su fatГ­dica profecГ­a sonaba dentro de su cabeza como una maldiciГіn, como una campana tocando a su muerte. Por sus fatГ­dicas y enigmГЎticas declaraciones parecГ­a que no iba a estar junto a Thor para siempre.

Gwen se aguantaba las lГЎgrimas mientras caminaba rГЎpidamente, con decisiГіn, dirigiГ©ndose hacia la torre. Intentaba abstraerse de sus palabras, sin permitir que las profecГ­as dirigieran su vida. AsГ­ habГ­a sido siempre ella y esto es lo que necesitaba para mantenerse fuerte. Puede que el futuro estuviera escrito y, sin embargo, sentГ­a que podГ­a cambiarse. SentГ­a que el destino era maleable. Solo hacГ­a falta desearlo desesperadamente, tener la intenciГіn de sacrificar lo suficiente -costara lo que costara.

Esta era una de esas veces. Gwen se negaba por completo a permitir que Thorgrin y Guwayne se le escaparan y notГі una creciente sensaciГіn de decisiГіn. DesafiarГ­a su destino, sin importar lo que costara, sacrificando todo lo que el universo le exigiera. Bajo ninguna circunstancia, irГ­a por la vida sin volver a ver a Thor y a Guwayne.

Como si escuchara sus pensamientos, Krohn gimoteaba junto a su pierna, frotГЎndose contra ella mientras esta marchaba a travГ©s de las calles. SacudiГ©ndose los pensamientos, Gwen alzГі la vista y vio la amenazadora torre ante ella, roja, circular, alzГЎndose justo en el centro de la capital y recordГі: el culto. HabГ­a prometido al Rey que entrarГ­a en la torre e intentarГ­a rescatar a su hijo y a su hija de las garras de ese culto, que se enfrentarГ­a a su lГ­der por los antiguos libros, por el secreto que estos escondГ­an que podГ­a salvar a la Cresta de la destrucciГіn.

El corazГіn de Gwen palpitaba mientras se acercaba a la torre, anticipando la confrontaciГіn que tenГ­a ante ella. Deseaba ayudar al Rey y a la Cresta, pero por encima de todo, querГ­a ir en busca de Thor y de Guwayne, antes de que fuera demasiado tarde para ellos. Deseaba tener un dragГіn a su lado, como siempre hacГ­a antes; deseaba que Ralibar volviera a ella y la llevara al otro lado del mundo, lejos de aquГ­, lejos de los problemas del Imperio y de vuelta allГ­, de nuevo con Thorgrin y Guwayne. Deseaba que todos volvieran al Anillo y vivieran la vida como una vez hicieron.

Pero sabГ­a que aquellos eran sueГ±os infantiles. El Anillo estaba destruido y la Cresta era lo Гєnico que le quedaba. TenГ­a que enfrentarse a su actual realidad y hacer lo que pudiera para salvar aquel lugar.

“Mi señora, ¿la acompaño al interior de la torre?”

Gwen se girГі hacia la voz, despertando de su ensimismamiento, y se sintiГі aliviada al ver a su viejo amigo Steffen a su lado, con una mano sobre su espada, caminando a su lado en actitud protectora, deseoso como siempre por cuidar de ella. SabГ­a que era el consejero mГЎs fiel que tenГ­a, si recordaba todo el tiempo que habГ­a estado con ella y sintiГі una rГЎfaga de gratitud.

Cuando Gwen se detuvo ante el puente levadizo, que habГ­a delante de ellos, y que llevaba a la torre, lo observГі con recelo.

“No me fío de este lugar”, dijo él.

Ella le puso la mano sobre la muГ±eca para calmarlo.

“Eres un amigo verdadero y leal, Steffen”, respondió ella. “Valoro tu amistad y tu lealtad, pero este es un paso que debo dar sola. Debo descubrir lo que pueda y tenerte allí los pondría en guardia. Además”, añadió mientras Krohn gemía, “tendré a Krohn”.

Gwen bajГі la vista, vio que Krohn la estaba mirando con expectaciГіn y ella hizo un gesto con la cabeza.

Steffen asintiГі.

“La esperaré aquí”, dijo, “y si hay algún problema allá dentro, vendré en su busca”.

“Si no encuentro lo que necesito dentro de aquella torre”, respondió ella, “creo que a todos nosotros nos espera un problema mucho más grande”.



*



Gwen caminaba lentamente por el puente levadizo, con Krohn a su lado, sus pasos resonaban en la madera, atravesando las suaves y pequeГ±as olas de las aguas que habГ­an bajo ella. A lo largo de todo el puente habГ­a docenas de monjes en fila, de pie y perfectamente atentos, silenciosos, que vestГ­an sotanas color escarlata, escondiendo las manos en su interior y con los ojos cerrados. Eran un grupo extraГ±o de guardias, desarmados, increГ­blemente obedientes, montando guardia aquГ­ por Gwen no se sabe ni por cuГЎnto tiempo. Gwen se sorprendiГі de su intensa lealtad y devociГіn hacia su lГ­der y se dio cuenta de que era lo que el Rey habГ­a dicho: todos ellos lo veneraban como a un dios. Se preguntaba en quГ© se estaba metiendo.

Mientras se acercaba, Gwen alzГі la vista hacia las enormes puertas arqueadas que asomaban ante ella, hechas de roble antiguo, grabadas con sГ­mbolos que no comprendГ­a y observГі asombrada cГіmo varios monjes se adelantaban y tiraban de ellas hasta abrirlas. Chirriaron y dejaron al descubierto un interior lГєgubre, iluminado solo por antorchas y se encontrГі con una frГ­a corriente, que olГ­a ligeramente a incienso. Krohn estaba tenso a su lado y gruГ±Г­a y Gwen entrГі y escuchГі cГіmo las puertas se cerraban de golpe tras ella.

El ruido resonГі en el interior y a Gwen le llevГі un instante ubicarse. AllГ­ dentro estaba oscuro, las paredes solo estaban iluminadas por antorchas y por la luz del sol que se filtraba a travГ©s de los vitrales de arriba. El aire aquГ­ parecГ­a sagrado, silencioso y le daba la sensaciГіn de que habГ­a entrado en una iglesia.

Gwen alzГі la vista y vio que la torre en espiral era aГєn mГЎs alta, con rampas graduales y circulares que llevaban a los pisos de arriba. No habГ­a ventanas y en las paredes resonaba el dГ©bil sonido de un cГЎntico. AquГ­ el incienso era intenso en el aire y los monjes aparecГ­an y desaparecГ­an continuamente, entrando y saliendo de los aposentos como si estuvieran en trance. Algunos ondeaban incienso y otros canturreaban, mientras otros estaban en silencio, perdidos en la reflexiГіn y Gwen se hacГ­a mГЎs preguntas acerca de la naturaleza de aquel culto.

“¿Te envía mi padre?” dijo una voz, que resonó.

Gwen, sorprendida, dio la vuelta y vio a un hombre que estaba a pocos metros, que vestГ­a una sotana larga y de color escarlata y que le sonreГ­a de buena manera. Apenas podГ­a creer lo mucho que se parecГ­a a su padre, el Rey.

“Sabía que enviaría a alguien tarde o temprano”, dijo Kristof. “Sus esfuerzos por hacer que cumpla su voluntad no tienen fin. Por favor, venga,” la llamó, girándose de lado y haciendo una señal con la mano.

Gwen se puso a su lado y caminaron por un pasillo arqueado de piedra, que subГ­a de forma gradual por la rampa en cГ­rculos hacia los pisos mГЎs altos de la torre. A Gwen la cogiГі desprevenida; ella imaginaba a un monje loco, un fanГЎtico religioso y se sorprendiГі al encontrar a alguien amable y bondadoso y que obviamente estaba cuerdo. Kristof no parecГ­a la persona perdida y loca que su padre le habГ­a pintado.

“Tu padre pregunta por ti”, dijo ella finalmente, rompiendo el silencio después de que se cruzaran a un monje que bajaba la rampa en dirección contraria, sin levantar nunca la vista del suelo. “Quiere que te lleve a casa”.

Kristof negГі con la cabeza.

“Este es el problema de mi padre”, dijo. “Él cree que ha encontrado el único hogar verdadero en el mundo. Pero yo he aprendido algo”, añadió, mirándola a la cara. “Existen muchos hogares verdaderos en el mundo”.

Г‰l suspirГі mientras continuaban caminando, Gwen querГ­a darle su espacio, no querГ­a presionarlo demasiado.

“Mi padre nunca aceptaría quién soy yo”, añadió finalmente. “Nunca aprenderá. Él continúa atascado en sus creencias limitantes y me las quiere imponer. Pero yo no soy él y nunca lo aceptará”.

“¿No echas de menos a tu familia?” preguntó Gwen, sorprendida de que entregara su vida a aquella torre.

“Sí”, respondió él sinceramente, sorprendiéndola. “Mucho. Mi familia significa todo para mí, pero mi llamada espiritual significa más. Mi hogar está aquí ahora”, dijo girando en un pasillo mientras Gwen lo seguía. “Ahora sirvo a Eldof. Él es mi sol. Si lo conocieras,” dijo, girándose y mirando fijamente a Gwen con una intensidad que la asustó, “también sería el tuyo”.

Gwen apartГі la vista, pues no le gustaba la mirada de fanatismo que habГ­a en sus ojos.

“Yo no sirvo a nadie salvo a mí misma”, respondió ella.

Г‰l le sonriГі.

“Quizás este sea el origen de todas tus preocupaciones terrenales”, respondió él. “Nadie puede vivir en un mundo donde no sirva a otro. Ahora mismo estás sirviendo a otro”.

Gwen lo mirГі fijamente con recelo.

“¿Qué quieres decir?” preguntó.

“Aunque creas que te sirves a ti misma”, respondió, “estás engañada. La persona a la que estás sirviendo no eres tú, sino más bien la persona que tus padres moldearon. Es a tus padres a quien sirves y a todas sus viejas creencias, herencia de sus padres. ¿Cuándo serás lo suficientemente valiente para liberarte de sus creencias y servirte a ti misma?”

Gwen frunciГі el ceГ±o, pues no creГ­a en su filosofГ­a.

“¿Y aceptar las creencias de quién en su lugar?” preguntó. “¿De Eldof?”

Г‰l negГі con la cabeza.

“Eldof es simplemente un conducto”, respondió él. “Te ayuda a liberarte de quien eres. Te ayuda a encontrar tu verdadero yo, todo lo que tenías que ser. A este es a quien debes servir. Este es el que nunca descubrirás hasta que tu falso yo se libere. Esto es lo que Eldof hace: nos libera a todos”.

Gwendolyn mirГі de nuevo a sus ojos brillantes y vio lo devoto que era y aquella devociГіn la asustГі. Ya podГ­a decir ahora mismo que no atendГ­a a razones, que nunca dejarГ­a aquel lugar.

Era escalofriante la red que este Eldof habГ­a tejido para atraer a todas aquellas personas y atraparlas aquГ­, una filosofГ­a barata, con cierta lГіgica. Gwen no querГ­a escuchar nada mГЎs; era una red que estaba decidida a evitar.

Gwen se girГі y continuГі caminando, sacudiГ©ndose todo aquello con un escalofrГ­o y continuГі subiendo por la rampa, dando cГ­rculos a la torre, subiendo mГЎs y mГЎs de forma gradual, a donde fuera que los llevara. Kristof se puso a su lado.

“No he venido a discutir las cualidades de vuestro culto”, dijo Gwen. “No puedo convencerte de que regreses a tu padre. Prometí que te lo pediría y así lo he hecho. Si tú no valoras a tu familia, yo no puedo enseñarte a valorarla”.

Kristof la mirГі seriamente.

“¿Y tú crees que mi padre valora a la familia?” preguntó él.

“Mucho”, respondió ella. “Al menos por lo que yo veo”.

Kristof negГі con la cabeza.

“Permíteme que te muestre algo”.

Kristof la tomГі del hombro y la llevГі por otro pasillo a la izquierda, despuГ©s hacia arriba por un largo tramo de escaleras y se detuvo ante una gruesa puerta de roble. La mirГі significativamente, a continuaciГіn, la abriГі, dejando al descubierto unas barras de hierro.

Gwen estaba allГ­, curiosa, nerviosa por ver lo que Г©l querГ­a mostrarle y dio un paso adelante para mirar a travГ©s de las barras. Se horrorizГі al ver a una chica joven y hermosa sentada sola en una celda, mirando fijamente por la ventana, con su largo pelo cayГ©ndole por la cara. Aunque sus ojos estaban abiertos como platos, no parecГ­a darse cuenta de su presencia.

“Así es cómo mi padre se preocupa por la familia”, dijo Kristof.

Gwen lo mirГі con curiosidad.

“¿Su familia?” preguntó Gwen aturdida.

Kristof asintiГі.

“Kathryn. Su otra hija. La que esconde del mundo. Ha sido desterrada aquí, a esta celda. ¿Por qué? Porque está tocada. Porque no es perfecta, como él. Porque se avergüenza de ella”.

Gwen se quedГі en silencio, sentГ­a un agujero en el estГіmago al mirar con tristeza a la chica y querer ayudarla. Empezaba a preguntarse acerca del Rey y si habГ­a algo de verdad en las palabras de Kristof.

“Eldof valora la familia”, continuó Kristof. “Nunca abandonaría a uno de los suyos. Él valora nuestro verdadero yo. Aquí no se aparta a nadie por vergüenza. Esta es la maldición del orgullo. Y aquellos que están tocados están más cerca de su verdadero yo”.

Kristof suspirГі.

“Cuando conozcas a Eldof”, dijo, “lo comprenderás. No existe nadie como él y nunca existirá”.

Gwen veГ­a el fanatismo en sus ojos, veГ­a lo perdido que estaba en este lugar, en este culto y sabГ­a que estaba demasiado perdido para regresar jamГЎs al Rey. EchГі un vistazo y vio a la hija del Rey allГ­ sentada y se sintiГі abrumada de tristeza por ella, por todo este lugar, por su familia destrozada. Su imagen de cuadro perfecto de la Cresta, de la perfecta familia real se estaba desmoronando. Este lugar, como cualquier otro, tenГ­a su propio punto flaco oscuro. AquГ­ se estaba librando una silenciosa batalla y era una batalla de creencias.

Era una batalla que Gwen sabГ­a que no podГ­a ganar. Ni tenГ­a tiempo para hacerlo. Gwen pensГі en su propia familia abandonada y sintiГі la urgencia de rescatar a su marido y a su hijo. La cabeza le daba vueltas en aquel lugar, con el incienso sofocante en el aire y la ausencia de ventanas que la desorientaba, y deseaba conseguir lo que necesitaba y marcharse. Intentaba recordar por quГ© habГ­a venido aquГ­ y entonces le vino: para salvar la Cresta, como le habГ­a prometido al Rey.

“Tu padre cree que esta torre guarda un secreto”, dijo Gwen, yendo al grano, “un secreto que podría salvar la Cresta, que podría salvar a vuestro pueblo”.

Kristof sonriГі y cruzГі los dedos.

“Mi padre y sus creencias”, respondió.

Gwen frunciГі el ceГ±o.

“¿Estás diciendo que no es cierto?” preguntó. “¿Qué no existe ningún libro antiguo?”

Г‰l hizo una pausa, apartГі la mirada, despuГ©s suspirГі profundamente y se quedГі callado durante un buen rato. Finalmente, continuГі.

“Lo que se te tendría que revelar”, dijo, “está por encima de mí. Solo Eldof puede contestar a tus preguntas”.

Gwen sintiГі que una urgencia crecГ­a en su interior.

“¿Puedes llevarme hasta él?”

Kristof sonriГі, dio la vuelta y empezГі a caminar pasillo abajo.

“Tan seguro”, dijo, caminando rápidamente, ya distante, “como una polilla a una llama”.




CAPГЌTULO CINCO


Stara estaba en la frГЎgil plataforma, intentando no mirar hacia abajo mientras la subГ­an mГЎs y mГЎs hacia el cielo, observando cГіmo la vista se ensanchaba a cada tirГіn de la cuerda. La plataforma se elevaba mГЎs y mГЎs a lo largo del borde de la Cresta y Stara estaba allГ­, mientras el corazГіn le palpitaba, iba de incГіgnito, con la capucha bajada sobre su cara y el sudor chorreГЎndole por la espalda mientras sentГ­a cГіmo subГ­a la temperatura del desierto. AquГ­ arriba era asfixiante y el dГ­a apenas habГ­a hecho mГЎs que empezar. Por todo a su alrededor estaban los siempre presentes ruidos de las cuerdas y las poleas, las ruedas chirriando, mientras los soldados tiraban y tiraban sin darse ninguno cuenta de quiГ©n era.

Pronto se detuvo y todo estaba tranquilo mientras ella estaba en el pico de la Cresta, con el Гєnico sonido del rugido del viento. La vista era impactante, la hacГ­a sentir como si estuviera en la misma cima del mundo.

Aquello le traГ­a recuerdos. Stara recordaba el momento cuando llegГі a la Cresta, reciГ©n llegada del Gran Desierto, con Gwendolyn y Kendrick y todos los demГЎs rezagados, la mayorГ­a de ellos mГЎs muertos que vivos. SabГ­a que tenГ­a suerte por haber sobrevivido y, al principio, ver la Cresta habГ­a sido un gran regalo, habГ­a sido la visiГіn de la salvaciГіn.

Y, sin embargo, aquГ­ estaba, preparada para marchar, para bajar la Cresta una vez mГЎs por su lado mГЎs apartado, para dirigirse de vuelta al Gran Desierto, de vuelta a lo que podrГ­a ser una muerte segura. A su lado, su caballo cabriolaba, sus herraduras chasqueaban la plataforma hueca. Ella alargГі el brazo y le acariciГі la crin para tranquilizarlo. Este caballo serГ­a su salvaciГіn, su billete para salir de este lugar; harГ­a de su pasaje de vuelta a travГ©s del Gran Desierto un escenario muy diferente de lo que habГ­a sido.

“No recuerdo órdenes de nuestro comandante acerca de esta visita”, dijo la voz imponente de un soldado.

Stara se quedГі muy quieta, pues sabГ­a que estaban hablando de ella.

“En ese caso hablaré de ello con tu comandante y con mi primo, el Rey”, respondió Fithe, que estaba a su lado, con seguridad y sonando más convincente que nunca.

Stara sabГ­a que estaba mintiendo y que se estaba arriesgando por ella y le estaba por siempre agradecida por ello. Fithe la habГ­a sorprendido siendo fiel a su palabra, haciendo todo lo que estaba en su poder, como habГ­a prometido, para ayudarla a marcharse de la Cresta, para ayudarla a tener una oportunidad de salir de allГ­ y encontrar a Reece, el hombre que amaba.

Reece. A Stara le dolГ­a el corazГіn al pensar en Г©l. DejarГ­a este lugar, por muy seguro que fuera, atravesarГ­a el Gran Desierto, atravesarГ­a ocГ©anos, atravesarГ­a el mundo, solo por tener una oportunidad de decirle lo mucho que lo querГ­a.

Necesitaba tanto como odiaba poner a Fithe en peligro. Necesitaba arriesgarlo todo para encontrar a aquel a quien amaba. No podГ­a quedarse en la seguridad de la Cresta, sin importar lo esplГ©ndida, rica y segura que fuera, hasta que se volviera a reunir con Reece.

Las puertas de hierro de la plataforma chirriaron al abrirse y Fithe la tomГі del brazo para acompaГ±arla, ya que ella llevaba la capucha baja, su disfraz estaba funcionando. Salieron de la plataforma de madera hacia un altiplano de piedra en la cima de la Cresta. Soplaba un viento fuerte, suficientemente fuerte como para hacerle perder casi el equilibrio y ella se agarrГі a la crin del caballo, su corazГіn palpitГі cuando alzГі la vista y vio la vasta extensiГіn, la locura de lo que estaba a punto de hacer.

“Mantén la cabeza agachada y la capucha baja”, susurró Fithe con urgencia. “Si te ven, si ven que eres una chica, sabrán que no debes estar aquí. Te mandarán de vuelta. Espera hasta que lleguemos al extremo de la Cresta. Hay otra plataforma esperando que te bajará al otro lado. A ti y solo a ti”.

La respiraciГіn de Stara se aceleraba mientras cruzaban el ancho altiplano de piedra y pasaban caballeros que caminaban rГЎpidamente, Stara mantenГ­a la cabeza agachada, lejos de las ojos fisgones de los soldados.

Finalmente, se detuvieron y Г©l susurrГі:

“Bien. Mira hacia arriba”.

Stara se sacГі la capucha, tenГ­a el pelo cubierto de sudor y, al hacerlo, se quedГі deslumbrada por la visiГіn: dos soles enormes y hermosos, todavГ­a rojos, salГ­an en la gloriosa maГ±ana del desierto, el cielo estaba cubierto por un millГіn de sombras de rosas y morados. ParecГ­a que fueran los albores del mundo.

EchГі un vistazo y vio el Gran Desierto entero extenderse ante ella, parecГ­a llegar hasta el fin del mundo. En la distancia estaba el rabioso Muro de Arena y, a su pesar, mirГі directamente hacia abajo. Se tambaleГі por su miedo a las alturas e inmediatamente deseГі no haberlo hecho.

AllГЎ abajo, vio una inclinada caГ­da, directa hacia la base de la Cresta. y, ante ella, vio una plataforma solitaria, vacГ­a, esperГЎndola.

Stara se dio la vuelta y alzГі la vista hasta Fithe, que la miraba fija y significativamente.

“¿Estás segura?” preguntó dulcemente. Ella vio en su mirada que tenía miedo por ella.

Stara sintiГі que un rayo de temor la recorrГ­a, pero entonces pensГі en Reece y asintiГі sin dudar.

Г‰l tambiГ©n asintiГі cordialmente.

“Gracias”, dijo. “No sé cómo te lo podré devolver jamás”.

Г‰l le sonriГі.

“Encuentra al hombre que amas”, respondió. “Si no puedo ser yo, por lo menos que sea otra persona”.

Г‰l le tomГі la mano, la besГі, hizo una reverencia, se dio la vuelta y se marchГі. Stara observaba cГіmo se iba, su corazГіn estaba lleno de agradecimiento hacia Г©l. Si no hubiera amado a Reece como lo hacГ­a, quizГЎs Г©l serГ­a un hombre al que querrГ­a.

Stara se dio la vuelta, se armГі de valor, se cogiГі a la crin del caballo y dio el primer trascendental paso hacia la plataforma. Intentaba no mirar al Gran Desierto, al viaje que habГ­a ante ella que casi con toda seguridad significarГ­a su muerte. Pero lo hizo.

Las cuerdas crujГ­an, la plataforma se balanceaba y, mientras los soldados bajaban las cuerdas, centГ­metro a centГ­metro, empezГі a descender, sola, hacia la nada.

Reece, pensГі, puede que muera. Pero atravesarГ© el mundo por ti.




CAPГЌTULO SEIS


Erec estaba en la proa del barco, Alistair y Strom estaban a su lado, y miraba detenidamente las llenas aguas del rГ­o del Imperio que habГ­a debajo de ellos. ObservГі cГіmo la embravecida corriente desviaba el barco hacia la izquierda, lejos del canal que los hubiera llevado a Volusia, a Gwendolyn y a los demГЎs, y se sintiГі dividido. QuerГ­a rescatar a Gwendolyn, evidentemente; y, sin embargo, tambiГ©n debГ­a cumplir su sagrada promesa a aquellos aldeanos liberados, de liberar su aldea vecina y aniquilar la guarniciГіn del Imperio que habГ­a por allГ­ cerca. Al fin y al cabo, si no lo hacГ­a, los soldados del Imperio pronto matarГ­an a los hombres liberados y todos los esfuerzos de Erec al respecto habrГ­an sido en vano, dejando su aldea de nuevo en las manos del Imperio.

Erec alzГі la vista y examinГі el horizonte, muy consciente del hecho que, cada momento que pasaba, cada vendaval, cada golpe de remo los estaba alejando mГЎs de Gwendolyn, de su primera misiГіn y, sin embargo, Г©l sabГ­a que a veces uno debГ­a desviarse de la misiГіn para hacer aquello que era mГЎs honorable y correcto. EntendiГі que la misiГіn no siempre era lo que pensabas que serГ­a. A veces estaba en constante cambio; a veces era un viaje secundario en el camino que acababa siendo la misiГіn real.

AГєn asГ­, Erec decidiГі para sus adentros doblegar la guarniciГіn del Imperio lo mГЎs rГЎpido posible y desviarse rГ­o arriba hacia Volusia, para salvar a Gwendolyn antes de que fuera demasiado tarde.

“¡Señor!” exclamó una voz.

Erec alzГі la vista y vio a uno de sus soldados arriba en el mГЎstil seГ±alando hacia el horizonte. Se dio la vuelta para verlo y, mientras su barco pasaba una curva en el rГ­o y las corrientes se levantaban, la sangre de Erec se acelerГі al ver un fuerte del Imperio, abarrotado de soldados, posado en el borde del rГ­o. Era un edificio cuadrado y de color verde parduzco, construido con piedra, de planta baja, con capataces del Imperio formando fila a su alrededor, aunque ninguno miraba hacia el rГ­o. En cambio, todos observaban la aldea de esclavos que habГ­a allГЎ abajo, llena de aldeanos, todos bajo el lГЎtigo y la vara de los capataces del Imperio. Los soldados azotaban a los aldeanos sin piedad, torturГЎndolos en las calles con trabajos forzosos, mientras los soldados que habГ­a arriba miraban hacia abajo y se reГ­an de la escena.

Erec enrojeciГі por la indignaciГіn, furioso por la injusticia de todo aquello. Se sintiГі justificado por haber desviado a sus hombres en esa direcciГіn rГ­o arriba y decidido a enmendar las injusticias y a hacerles pagar. Puede que solo fuera una gota en el cubo de la farsa del Imperio y, aГєn asГ­, Erec sabГ­a que no se podГ­a subestimar lo que significaba la libertad incluso para pocas personas.

Erec vio que las orillas estaban llenas de barcos del Imperio, vigilados con desinterГ©s, ninguno de ellos esperaba un ataque. Era evidente que no: no habГ­a fuerzas hostiles en el Imperio, ninguna que el gran ejГ©rcito del Imperio pudiera temer.

Ninguno, claro estГЎ, aparte del de Erec.

Erec sabГ­a que aunque superaban en nГєmero a Erec y a sus hombres, ellos tenГ­an la ventaja de la sorpresa. Si podГ­an atacar lo suficientemente rГЎpido, quizГЎs podrГ­an aniquilarlos a todos.

Erec se girГі hacia sus hombres y vio que Strom estaba a su lado, esperando ansioso sus Гіrdenes.

“Ponte al mando del barco que hay a mi lado”, ordenó Erec a su hermano pequeño y, tan pronto como hubo pronunciado sus palabras, su hermano se puso en acción. Atravesó corriendo la cubierta, saltó por el barandal y fue a parar al barco que navegaba a su lado, donde se dirigió rápidamente a proa y se puso al mando.

Erec se dirigiГі a sus soldados, que se reunieron a su alrededor, esperando sus Гіrdenes.

“No quiero que adviertan nuestra presencia”, dijo. “Debemos acercarnos todo lo que podamos. Arqueros, ¡preparados!” exclamó. ¡Y todos vosotros, agarrad vuestras lanzas y arrodillaos!”

Todos los soldados tomaron posiciones, agachados a lo largo del barandal, filas y filas de hombres de Erec en lГ­nea, todos sujetando lanzas y arcos, todos bien disciplinados, aguardando con paciencia su orden. Las corrientes se levantaron, Erec vio que las fuerzas del Imperio se acercaban amenazadoras y sintiГі una conocida aceleraciГіn en sus venas: la batalla estaba en el aire.

Se acercaron mГЎs y mГЎs, ahora estaban a menos de cien metros y el corazГіn de Erec latГ­a con fuerza, esperando que no los detectaran, notando la impaciencia de todos los hombres a su alrededor, esperando para atacar. Solo necesitaban estar al alcance y, cada movimiento del agua, cada palmo que avanzaban sabГ­a que era de valiosa ayuda. Solo tenГ­an una oportunidad con sus lanzas y sus flechas y no podГ­an fallar.

Venga, pensГі Erec. Solo un poco mГЎs cerca.

A Erec le dio un vuelco el corazГіn cuando un soldado del Imperio de repente se girГі con desinterГ©s y observГі las aguas y, a continuaciГіn, entrecerrГі los ojos confundido. Estaba a punto de divisarlos y era demasiado pronto. TodavГ­a no los tenГ­an a tiro.

Alistair, que estaba a su lado, tambiГ©n lo vio. Antes de que Erec pudiera dar la orden de empezar la batalla pronto, ella se puso de repente de pie y, con una expresiГіn serena y de confianza, levantГі su mano derecha. Una bola amarilla apareciГі en ella, echГі su brazo hacia atrГЎs y la lanzГі hacia delante.

Erec observГі maravillado cГіmo la esfera de luz flotaba en el aire por encima de ellos y bajaba como un arcoГ­ris sobre ellos. Enseguida apareciГі una neblina, que los ocultГі, protegiГ©ndolos de los ojos del Imperio.

Ahora el soldado del Imperio miraba la neblina, confundido, sin ver nada. Erec se girГі y sonriГі a Alistair sabiendo que, una vez mГЎs, estarГ­a perdido sin ella.

La flota de Erec continuaba navegando, ahora perfectamente escondida, y Erec echГі una mirada a Alistair en agradecimiento.

“Su mano es más fuerte que mi espada, mi señora”, dijo con una reverencia.

Ella le sonriГі.

“Todavía debes ganar tu batalla”, respondió ella.

El viento los acercaba mГЎs, la neblina permanecГ­a con ellos y Erec veГ­a que todos sus hombres deseaban disparar sus flechas, arrojar sus lanzas. Lo comprendГ­a; a Г©l tambiГ©n le quemaba la lanza en la mano.

“Todavía no”, susurró a sus hombres.

Mientras se separaban de la neblina, Erec empezГі a entrever soldados del Imperio. Estaban en las murallas, con sus brillantes y musculosas espaldas, levantando los lГЎtigos en alto y azotando a los aldeanos, el chasquido de sus lГЎtigos se oГ­a incluso desde allГ­. Otros soldados estaban observando el rГ­o, claramente alertados por el hombre que vigilaba y todos miraban sospechosos hacia la neblina, como si sospecharan algo.

Erec estaba muy cerca ahora, sus barcos apenas a diez metros, sentГ­a el latir de su corazГіn en los oГ­dos. La neblina de Alistair empezaba a despejar y supo que habГ­a llegado el momento.

“¡Arqueros!” ordenó Erec. “¡Fuego!”

Docenas de sus arqueros, a lo largo y ancho de su flota, se levantaron, apuntaron y dispararon.

El cielo se llenГі con el sonido de las flechas dejando la cuerda, surcando el aire y el cielo oscureciГі con la nube de flechas letales, que dibujaban un arco en el aire para ir a parar a la orilla del Imperio.

Un instante despuГ©s, los gritos sonaron en el aire, mientras la nube de mortГ­feras flechas descendГ­a sobre los soldados del Imperio que abarrotaban el fuerte. La batalla habГ­a empezado.

Sonaban cuernos por todas partes, alertando a la guarniciГіn del Imperio, que se apresurГі a defender.

“¡LANZAS!” gritó Erec.

Strom fue el primero en levantarse y arrojar su lanza, una hermosa lanza de plata, que atravesГі silbando el aire mientras volaba a una velocidad tremenda hasta encontrar un lugar en el corazГіn del estupefacto comandante del Imperio.

Erec lanzГі la suya tras Г©l, uniГ©ndose al arrojar su lanza de oro y aniquilar a un comandante del Imperio que estaba en la otra punta de la fortaleza. A lo largo y ancho de su flota se unieron sus filas de hombres, arrojando sus lanzas y asesinando a los sobresaltados soldados del Imperio que apenas tuvieron tiempo de agruparse.

Cayeron docenas de ellos y Erec supo que su primera descarga habГ­a sido un Г©xito; pero todavГ­a quedaban centenares de soldados y, cuando el barco de Erec se detuvo, tocando bruscamente la orilla, supo que habГ­a llegado el momento de la batalla cuerpo a cuerpo.

“¡AL ATAQUE!” exclamó.

Erec desenfundГі su espada, saltГі al aire por el barandal, cayendo a casi cinco metros antes de ir a parar a la arenosa orilla del Imperio. A su alrededor sus hombres lo seguГ­an, centenares de hombres fuertes, todos a la carga por la playa, esquivando las flechas y las lanzas del Imperio cuando salieron de la neblina a travГ©s de la arena abierta hacia el fuerte del Imperio. Los soldados del Imperio tambiГ©n se agruparon y fueron corriendo a su encuentro.

Erec se preparГі mientras un enorme soldado del Imperio iba directo hacia Г©l, chillando, levantando su hacha y balanceГЎndola a los lados hacia la cabeza de Erec. Erec se agachГі, lo apuГ±alГі en la barriga y saliГі corriendo hacia delante. Erec, notГЎndose su reflejos para la batalla, apuГ±alГі a otro soldado en el corazГіn, esquivГі un golpe de hacha de otro, despuГ©s se dio la vuelta y le atravesГі el pecho. Otro lo atacГі por detrГЎs y, sin girarse, le dio un golpe de codo en el riГ±Гіn, haciГ©ndolo caer de rodillas.

Erec corrГ­a a travГ©s de las filas de soldados, mГЎs rГЎpido, mГЎs veloz y mГЎs fuerte que nadie en el campo, dirigiendo a sus hombres como si fueran uno, matando a los soldados del Imperio mientras se dirigГ­an al fuerte. La lucha se intensificГі, cuerpo a cuerpo, y aquellos soldados del Imperio, que casi les doblaban el tamaГ±o, eran adversarios feroces. A Erec se le partГ­a el corazГіn al ver que muchos de sus hombres caГ­an a su alrededor.

Pero Erec, decidido, se movГ­a como un rayo con Strom a su lado y era mГЎs actuaba con mГЎs astucia que ellos a diestro y siniestro. CorrГ­a por la playa como un demonio que hubiera escapado del infierno.

El asunto no tardГі en terminarse. Todo estaba en silencio en la arena mientras la playa, ahora roja, estaba llena de cadГЎveres, la mayorГ­a de ellos eran cuerpos de los soldados del Imperio. Sin embargo, demasiados de ellos eran los cuerpos de sus propios hombres.

Erec, lleno de rabia, se dirigiГі hacia el fuerte, que todavГ­a estaba lleno de soldados. TomГі los escalones de piedra del lateral seguido por todos sus hombres y se encontrГі con un soldado que venГ­a corriendo hacia Г©l. Lo apuГ±alГі en el corazГіn, justo antes de que este pudiera bajar un martillo de doble mango hacia su cabeza. Erec se apartГі hacia un lado y el soldado, muerto, pasГі por su lado cayendo por las escaleras. ApareciГі otro soldado, dando cuchilladas hacia Erec antes de que este pudiera reaccionar y Strom dio un paso hacia delante y, con un gran sonido metГЎlico y una llovizna de chispas, parГі el golpe antes de que alcanzara a su hermano y le dio un codazo al soldado con la empuГ±adura de su espada, tirГЎndolo por el filo y haciendo que chillara hasta la muerte.

Erec continuaba al ataque, subiendo las escaleras de cuatro en cuatro hasta llegar a la parte superior del fuerte de piedra. Las docenas de soldados que quedaban en la parte superior ahora estaban aterrorizados al ver a todos sus hermanos muertos y, cuando vieron que Erec y sus hombres llegaron a la parte superior, dieron la vuelta y empezaron a huir. Bajaron corriendo por el otro extremo del fuerte, hacia las calles de la aldea y, al hacerlo, se encontraron con una sorpresa: los aldeanos ahora se habГ­an envalentonado. Sus expresiones se habГ­an transformado del terror a la rabia y se alzaron a la una. Se volvieron en contra de sus captores del Imperio, les arrancaron los lГЎtigos de las manos y empezaron a azotar a los soldados que huГ­an mientras corrГ­an en la otra direcciГіn.

Los soldados del Imperio no se lo esperaban y, uno a uno, cayeron bajo los lГЎtigos de los esclavos. Los esclavos continuaron azotГЎndolos mientras estaban tirados en el suelo, una y otra y otra vez hasta que, finalmente, dejaron de moverse. Se habГ­a hecho justicia.

Erec estaba en lo alto del fuerte, respirando con dificultad, con sus hombres a su lado y estudiГі la situaciГіn en silencio. La batalla habГ­a terminado. AllГЎ abajo, a los aturdidos aldeanos les llevГі un minuto asimilar lo que habГ­a sucedido, pero no tardaron mucho en hacerlo.

Uno a uno empezaron a vitorear y un gran grito de alegrГ­a se levantГі en el cielo, mГЎs y mГЎs fuerte, mientras sus rostros se llenaban de pura alegrГ­a. Era un grito de libertad. Erec sabГ­a que esto hacГ­a que todo valiera la pena. SabГ­a que este era el significado del valor.




CAPГЌTULO SIETE


Godfrey estaba sentado en el suelo de piedra del cuarto subterrГЎneo del palacio de Silis, Akorth, Fulton, Ario y Merek estaban a su lado, Dray a sus pies y Silis y sus hombres delante de ellos. Todos estaban allГ­ sentados tristes, con las cabezas bajas, cogiГ©ndose las rodillas con las manos y sabiendo que estaban esperando la muerte. La habitaciГіn temblaba con el ruido sordo de la guerra que se libraba allГЎ arriba, de la invasiГіn de Volusia, el sonido de su ciudad siendo saqueada resonaba en sus oГ­dos. Todos estaban allГ­ sentados, esperando, mientras los Caballeros de los Siete hacГ­an Volusia aГ±icos por encima de sus cabezas.

Godfrey tomГі otro trago de su zurrГіn de vino, el Гєltimo zurrГіn de vino que quedaba en la ciudad, para intentar anestesiar el dolor, la certeza de su muerte inminente a manos del Imperio. Se miraba fijamente los pies mientras se preguntaba cГіmo habГ­a podido llegar a aquello. Hace unas lunas, estaba a salvo dentro del Anillo, bebiendo todo lo que querГ­a, sin otra preocupaciГіn que no fuera quГ© taberna o quГ© prostГ­bulo debГ­a visitar una noche cualquiera. Ahora aquГ­ estaba, al otro lado del ocГ©ano, en el Imperio, atrapado bajo tierra en una ciudad que se estaba quedando en ruinas, tras haber levantado una pared en su propia tumba.

Su cabeza daba zumbidos y Г©l intentaba aclarar su mente, concentrarse. PercibГ­a lo que sus amigos estaban pensando, podГ­a sentir el desprecio en sus miradas fulminantes: nunca tendrГ­an que haberlo escuchado; tendrГ­an que haber escapado cuando tuvieron la ocasiГіn. Si no hubieran vuelto a por Silis, podrГ­an haber llegado al puerto, subido a un barco y ahora estarГ­an lejos de Volusia.

Godfrey intentaba consolarse con el hecho de que, por lo menos, habГ­a devuelto un favor y habГ­a salvado la vida de aquella mujer. Si no hubiera llegado a tiempo para advertirle que bajara, seguramente ahora estarГ­a allГ­ arriba muerta. Esto debГ­a de valer la pena, incluso aunque fuera impropio de Г©l.

“¿Y ahora qué?” preguntó Akorth.

Godfrey se dio la vuelta y vio que le estaba lanzando una mirada acusadora, expresando la pregunta que quemaba en la mente de todos ellos.

Godfrey mirГі a su alrededor y examinГі la pequeГ±a y sombrГ­a habitaciГіn, con las antorchas parpadeando, casi apagadas. Lo Гєnico que tenГ­an eran sus mГ­seras provisiones y un zurrГіn de cerveza, que estaban en un rincГіn. Era un velatorio. TodavГ­a escuchaba el ruido de la guerra allГЎ arriba, incluso a travГ©s de aquellos gruesos muros, y se preguntaba cuГЎnto tiempo durar aquella invasiГіn. ВїHoras? ВїDГ­as? ВїCuГЎnto tiempo les llevarГ­a a los Caballeros de los Siete conquistar Volusia? ВїSe marcharГ­an?

“No es a nosotros a quien quieren”, observó Godfrey. “Es el Imperio luchando contra el Imperio. Tienen una venganza contra Volusia. No tienen ningún problema con nosotros”.

Silis negГі con la cabeza.

“Ocuparán este lugar”, dijo con pesimismo, cortando el silencio con su fuerte voz. “Los Caballeros de los Siete nunca se retiran.

Todos se quedaron en silencio.

“Entonces ¿durante cuánto tiempo podemos vivir aquí abajo?” preguntó Merek.

Silis negГі con la cabeza mientras echaba un vistazo a sus provisiones.

“Una semana, quizás”, respondió.

Entonces se escuchГі un tremendo retumbo proveniente de arriba y Godfrey se encogiГі al notar que el suelo temblaba bajo sus pies.

Silis se puso de pie de un salto, inquieta, andando de un lado al otro, examinando el techo mientras el polvo empezaba a colarse, cayendo como la lluvia sobre todos ellos. Sonaba como si de una avalancha de piedras sobre ellos se tratara y ella lo observaba como un dueГ±o de la casa preocupado.

“Han violado mi castillo”, dijo, más para sí misma que para ellos.

Godfrey vio la mirada de dolor en su rostro y la reconociГі como la mirada de alguien que pierde todo lo que tenГ­a.

Se girГі y mirГі a Godfrey agradecida.

“Si no fuera por ti, ahora estaría allí arriba. Salvaste nuestras vidas”.

Godfrey suspirГі.

“¿Y para qué?” preguntó molesto. “¿De qué ha servido? ¿Para que todos muramos aquí abajo?”

Silis parecГ­a abatida.

“Si nos quedamos aquí”, preguntó Merek, “¿moriremos todos?”

Silis se girГі hacia Г©l y asintiГі con tristeza.

“Sí”, contestó rotundamente. “No hoy ni mañana, pero en unos pocos días, sí. Ellos no pueden bajar aquí, pero nosotros no podemos subir. Muy pronto nuestras provisiones se acabarán”.

“¿Y entonces qué?” preguntó Ario, mirándola. “¿Tiene pensado morir aquí abajo? Porque yo, por mi parte, no”.

Silis andaba de un lado al otro, con el ceГ±o fruncido, y Godfrey veГ­a que estaba pensando largo y tendido.

Entonces, finalmente, se detuvo.

“Existe una posibilidad”, dijo. “Es peligrosa. Pero podría funcionar”.

Se dio la vuelta y los mirГі y Godfrey se aguantГі la respiraciГіn lleno de esperanza y a la expectativa.

“En tiempos de mi padre, había un pasaje subterráneo bajo el castillo”. dijo ella. “Lleva al otro lado de los muros del castillo. Podemos encontrarlo, si es que todavía existe, y marchar de noche, bajo el refugio de la oscuridad. Podemos intentar llegar a la ciudad, al puerto. Podemos tomar uno de mis barcos, si todavía queda alguno, y marchar de este lugar.

Se hizo un silencio largo e incierto en la habitaciГіn.

“Peligroso”, dijo finalmente Merek con voz grave. “La ciudad estará a rebosar con el Imperio. ¿Cómo vamos a atravesarla sin que nos maten?”

Silis encogiГі los hombros.

“Es cierto”, respondió. “Si nos cogen, nos matarán. Pero si salimos cuando sea lo suficientemente oscuro y matamos a todo aquel que se interponga en nuestro camino, quizás lleguemos al puerto”.

“¿Y qué sucede si encontramos el pasaje y llegamos hasta el puerto y sus barcos no están allí?” preguntó Ario.

Ella lo mirГі.

“Ningún plan es seguro”, dijo. “Puede que muramos allá fuera y también puede ser que muramos aquí abajo”.

“La muerte nos llega a todos”, interrumpió Godfrey, con una nueva sensación de propósito, mientras se levantaba y miraba a los demás, sintiéndose resuelto mientras vencía sus miedos. “La cuestión es cómo deseamos morir: ¿aquí abajo, encogidos de miedo como ratas? ¿O allá arriba, optando a nuestra libertad?”

Lentamente, de uno en uno, todos los demГЎs se levantaron. Le miraron y todos asintieron solemnemente.

En aquel momento, supo que se habГ­a formado un plan. Aquella noche escaparГ­an.




CAPГЌTULO OCHO


Loti y Loc caminaban uno al lado del otro bajo el abrasante sol del desierto, encadenados entre ellos, mientras los capataces del Imperio que habГ­a tras ellos los azotaban con el lГЎtigo. Caminaban por el pГЎramo y, mientras tanto, Loti se preguntaba una vez mГЎs por quГ© su hermano los habГ­a ofrecido voluntariamente para aquel peligroso y agotador trabajo. ВїSe habГ­a vuelto loco?

“¿En qué estabas pensando?” le susurró ella. Los empujaban por detrás y Loc perdió el equilibrio y tropezó hacia delante y Loti lo cogió por su brazo bueno antes de que cayera.

“¿Por qué nos ofreciste como voluntarios?” añadió.

“Mira hacia delante”, dijo él, recuperando el equilibrio. “¿Qué ves?”

Loti mirГі hacia delante y no vio nada aparte del monГіtono desierto que se extendГ­a ante ellos, lleno de esclavos, con el suelo duro por las piedras; mГЎs allГЎ de todo esto, vio una pendiente que llevaba a una cresta, encima de la cual trabajaban una docena mГЎs de esclavos. HabГ­a capataces por todas partes, el ruido de los lГЎtigos era intenso en el aire.

“No veo nada”, respondió impaciente, “que no sea más de lo mismo: esclavos a los que los capataces hacen trabajar hasta morir”.

De repente, Loti sintiГі un dolor agudo en la espalda, como si le estuvieran arrancando la piel y soltГі un grito mientras la azotaban en la espalda y el lГЎtigo le cortaba la piel.

Se girГі y vio la cara ceГ±uda del capataz que habГ­a detrГЎs de ella.

“¡Silencio!”, ordenó este.

Loti sintiГі ganas de gritar por el intenso dolor, pero se mordiГі la lengua y continuГі caminando al lado de Loc, con las cadenas traqueteando bajo el sol. JurГі matar a todos aquellos miembros del Imperio tan pronto como pudiera.

Continuaron la marcha en silencio, con el Гєnico ruido de sus botas haciendo crujir la piedra que habГ­a debajo. Finalmente, Loc se acercГі un poco mГЎs a su lado.

“No es lo que ves”, susurró, “sino lo que no ves. Mira más de cerca. Allá arriba, en la cresta”.

Ella examinГі el paisaje, pero no vio nada.

“Tan solo hay un capataz allá arriba. Uno. Para dos docenas de esclavos. Mira hacia atrás, hacia el valle, a ver cuántos hay”.

Loti echГі una mirada furtiva por encima del hombro y, en el valle que se extendГ­a allГЎ abajo, vio docenas de capataces supervisando esclavos, que rompГ­an las piedras y araban la tierra. Se girГі y mirГі de nuevo la cresta y comprendiГі por primera vez lo que su hermano tenГ­a en mente. No solo habГ­a un Гєnico capataz, sino que aГєn mejor, habГ­a un zerta a su lado. Un medio para escapar.

Estaba impresionada.

Г‰l asintiГі a modo de entendimiento.

“La cima de la cresta es la base de trabajo más peligrosa”, susurró él. “La más calurosa, la menos deseada por el esclavo y por el capataz por igual. Pero esto, hermana mía, es una oportunidad”.

De repente a Loti le golpearon en la espalda y tropezГі hacia delante junto a Loc. Los dos se enderezaron y continuaron hacia la cresta, a Loti le costaba respirar, intentaba recuperar la respiraciГіn bajo la temperatura, que iba en ascenso, mientras subГ­an. Pero esta vez, al mirar hacia arriba, su corazГіn se llenГі de optimismo y latГ­a mГЎs rГЎpido en su garganta: finalmente, tenГ­an un plan.

Loti nunca habГ­a pensado que su hermano fuera valiente, que estuviera dispuesto a correr un riesgo asГ­, a enfrentarse al Imperio. Pero ahora, mientras lo miraba, veГ­a la desesperaciГіn en sus ojos, veГ­a que por fin pensaba como ella. Lo veГ­a bajo una nueva luz y lo admiraba enormemente por ello. Era exactamente el tipo de plan que se le hubiera ocurrido a ella.

“¿Y qué pasa con nuestras cadenas?” susurró ella, mientras se aseguraba de que los capataces no estuvieran mirando.

Loc hizo un gesto con la cabeza.

“Su silla de montar”, respondió Loc. “Mírala atentamente”.

Loti mirГі y vio una larga espada colgando de ella; se dio cuenta de que podГ­an usarla para cortar las cadenas. PodГ­an escapar de allГ­.

Con una sensaciГіn de optimismo por primera vez desde que la capturaron, Loti mirГі detenidamente a los otros esclavos que estaban en la cima del pico. Todos ellos eran hombres y mujeres rotos, encorvados, haciendo su trabajo de forma mecГЎnica, ninguno de ellos tenГ­a resistencia en su mirada; supo enseguida que ninguno de ellos serГ­a de ayuda para su causa. Para ella estaba bien, no necesitaban su ayuda. Solo necesitaban una oportunidad y que todos aquellos otros esclavos sirvieran de distracciГіn.

Loti sintiГі una Гєltima patada en los riГ±ones, tropezГі hacia delante y fue a parar de cara al suelo justo cuando llegaron a la cima de la cresta. SintiГі que unas manos ГЎsperas la arrastraban hasta ponerla de pie y, al girarse, vio que el capataz la empujaba bruscamente antes de darse la vuelta y emprender de nuevo el camino cresta abajo, dejГЎndolos allГ­.

“¡Poneos en fila!” exclamó un nuevo capataz, el único que estaba en la cima de la cresta.

Loti sintiГі que sus manos callosas la agarraban por la nuca y la empujaban; sus cadenas repiquetearon mientras corrГ­a hacia delante, tropezando en el campo de trabajo de los esclavos. Le entregaron una azada larga con la punta de hierro y, a continuaciГіn, la empujaron por Гєltima vez, pues el capataz del Imperio esperaba que se pusiera a labrar la tierra como todos los demГЎs.

Loti se girГі, vio que Loc le hacГ­a un gesto significativo con la cabeza y sintiГі que el fuego ardГ­a en sus venas; sabГ­a que era ahora o nunca.

Loti soltГі un grito, levantГі la azada, la blandiГі y la bajГі con todas sus fuerzas. Se quedГі aturdida al sentir el golpe seco, al verla clavada en la parte de atrГЎs de la cabeza del capataz.

Loti la habГ­a blandido tan rГЎpido, tan decididamente, que estaba claro que Г©l no se lo esperaba para nada. No habГ­a tenido tiempo ni para reaccionar. Estaba claro que ninguno de los esclavos que habГ­a allГ­, rodeados por todos aquellos capataces y sin ningГєn lugar al que huir, no se atreverГ­a nunca a hacer un movimiento asГ­.

Loti sentГ­a el zumbido de la azada en sus manos y brazos y observГі conmocionada, y despuГ©s satisfecha, cГіmo el guardia tropezaba hacia delante y caГ­a. Con la espalda todavГ­a ardiГ©ndole por los azotes, parecГ­a una vindicaciГіn.

Su hermano dio un paso adelante, levantГі su propia azada en alto y cuando el capataz empezaba a retorcerse, la bajГі justo a la parte de atrГЎs de su cabeza.

Finalmente, el capataz se quedГі quieto.

Con la respiraciГіn agitada, cubierta por el sudor, con el corazГіn latiГ©ndole fuerte todavГ­a, Loti dejГі caer la azada incrГ©dula, rociada con la sangre del hombre e intercambiГі una mirada con su hermano. Lo habГ­an conseguido.

Loti sentГ­a las miradas curiosas de los otros esclavos que habГ­an a su alrededor y se dio la vuelta y vio que todos estaban observando boquiabiertos. Todos se apoyaron sobre sus azadas, dejaron de trabajar y les lanzaron una mirada aterrorizada de descrГ©dito.

Loti sabГ­a que no tenГ­a tiempo que perder. Con Loti a su lado, encadenados juntos, corriГі hacia el zerta, levantГі la espada larga de su silla con ambas manos, la levantГі en alto y se girГі.

“¡Vigila!” exclamó para Loc.

Este se preparГі mientras ella la bajaba con todas sus fuerzas y cortaba sus cadenas. Saltaron chispas y ella sintiГі la satisfactoria libertad al deshacerse de sus cadenas.

Se dio la vuelta para marcharse y escuchГі un grito.

“¿¡Y qué pasa con nosotros!?” gritó una voz.

Loti se girГі y vio que los otros esclavos venГ­an corriendo, sosteniendo sus cadenas. Se dio la vuelta y vio al zerta esperando y supo que el tiempo era oro. QuerГ­a dirigirse al este tan pronto como pudiera, en direcciГіn a Volusia, el Гєltimo lugar al que sabГ­a que Darius se dirigГ­a. QuizГЎs lo encontrarГ­a allГ­. Pero a la vez no podГ­a soportar ver a sus hermanos y hermanas encadenados.

Loti corriГі hacia delante, a travГ©s de la multitud de esclavos, cortando cadenas a diestro y siniestro hasta que todos ellos estuvieron libres. No sabГ­a dГіnde irГ­an ahora que lo eran, pero al menos la libertad era suya para hacer lo que desearan.

Loti se girГі, se montГі en el zerta y le tendiГі una mano a loc. Г‰l le dio su mano buena y ella tirГі de Г©l y, a continuaciГіn, le dio un fuerte puntapiГ© al zerta en las costillas.

Mientras partГ­an, Loti estaba emocionada por su libertad y en la distancia ya podГ­a escuchar los gritos de los capataces del Imperio, todos dirigiГ©ndose hacia ella. Pero no podГ­a esperar. Se dio la vuelta y dirigiГі al zerta cresta abajo, hacia la pendiente contraria, ella y su hermano fueron a parar al desierto, lejos de los capataces y al otro lado de la libertad.




CAPГЌTULO NUEVE


Darius alzГі la vista atГіnito, mirando fijamente a los ojos del hombre misterioso que estaba de rodillas ante Г©l.

Su padre.

Mientras Darius miraba fijamente a los ojos del hombre, cualquier nociГіn del tiempo y del espacio se disipГі, toda su vida se congelГі en aquel momento. De repente, todo tenГ­a sentido: aquella sensaciГіn que Darius habГ­a tenido desde el momento en que lo vio. Aquella mirada conocida, aquel algo que habГ­a estado tirando en su conciencia, que lo habГ­a estado molestando desde que se conocieron.

Su padre.

La palabra no parecГ­a ni real.

AllГ­ estaba, de rodillas ante Г©l, le acababa de salvar la vida a Darius, parando un golpe mortГ­fero de un soldado del Imperio, uno que con toda seguridad hubiera matado a Darius. HabГ­a arriesgado su vida para atreverse a salir allГ­ solo, a la arena, en el momento en que Darius estaba a punto de morir.

Lo habГ­a arriesgado todo por Г©l. Su hijo. Pero Вїpor quГ©?

“Padre”, dijo Darius impresionado, en lo que más bien era un suspiro.

Darius sintiГі una rГЎfaga de orgullo al entender que estaba emparentado con aquel hombre, aquel buen guerrero, el mejor guerrero que jamГЎs habГ­a conocido. Aquello le hacГ­a sentir que quizГЎs Г©l tambiГ©n podrГ­a ser un gran guerrero.

Su padre alargГі el brazo y agarrГі la mano de Darius en un apretГіn firme y musculoso. TirГі de Darius hasta ponerlo de pie y, al hacerlo, Darius se sintiГі renovado. SintiГі como si tuviera una razГіn para luchar, una razГіn para continuar.

Inmediatamente, Darius alargГі el brazo para coger la espada que se habГ­a caГ­do al suelo, despuГ©s se girГі, junto a su padre y juntos se enfrentaron a la multitud de soldados del Imperio que se acercaba. Con aquellas horribles criaturas ahora muertas, todas muertas por su padre, habГ­an sonado los cuernos y el Imperio habГ­a mandado una nueva ola de soldados.

La multitud rugГ­a y Darius echГі un vistazo a las espantosas caras de los soldados del Imperio que se les echaban encima, empuГ±ando largas lanzas. Darius se concentrГі y sintiГі que el mundo iba mГЎs lento mientras se preparaba para luchar por su vida.

Un soldado se dirigГ­a hacia Г©l y le tirГі una lanza a la cara y Darius la esquivГі justo antes de que impactara en su ojo; a continuaciГіn girГі rГЎpidamente y mientras el soldado se acercaba para derribarlo, Darius le golpeГі en la sien con la empuГ±adura de su espada, tirГЎndolo al suelo. Darius se agachГі cuando otro soldado blandiГі una espada hacia su cabeza, despuГ©s se lanzГі hacia delante y lo apuГ±alГі en la barriga.

Otro soldado le atacГі por el lado, apuntando con su lanza a las costillas de Darius, moviГ©ndose demasiado rГЎpido para que Darius pudiera reaccionar; pero escuchГі el ruido de madera golpeando metal y se girГі agradecido al ver que su padre apareciГі y usГі su garrote para parar la lanza antes de que golpeara a Darius. Entonces dio un paso adelante y golpeГі al soldado entre los ojos, haciГ©ndolo caer al suelo.

Su padre daba vueltas con su garrote y se enfrentaba a grupos de atacantes, el clic-clac de su garrote llenaba el aire mientras Г©l lanzaba con fuerza una estocada tras otra de lanza. Su padre danzaba entre los soldados, como una gacela zigzagueando entre los hombres y empuГ±ando su garrote como un bello objeto, dando vueltas y golpeando a los soldados con destreza, con golpes bien dados en la garganta, entre los ojos, en el diafragma, derribando hombres en todas direcciones. Era como el rayo.

Darius, inspirado, luchaba al lado de su padre como un poseso, haciendo salir la energГ­a de Г©l; daba cuchilladas, se agachaba y daba golpes, su espada hacГ­a un sonido metГЎlico contra las espadas de otros soldados, las chispas volaban mientras avanzaba sin miedo hacia el grupo de soldados. Eran mГЎs grandes que Г©l, pero Darius tenГ­a mГЎs espГ­ritu y, a diferencia de ellos, estaba luchando por su vida y por su padre. BloqueГі mГЎs de un golpe que iba dirigido a su padre, salvГЎndolo de una muerte inesperada. Darius derribaba soldados a diestro y siniestro.

El Гєltimo soldado del Imperio fue corriendo hacia Darius, levantando una espada en alto con ambas manos por encima de su cabeza y, al hacerlo, Darius se lanzГі hacia delante y lo apuГ±alГі en el corazГіn. El hombre abriГі los ojos como platos y lentamente se quedГі paralizado y cayГі al suelo muerto.

Darius estaba al lado de su padre, los dos espalda contra espalda, con la respiraciГіn agitada, valorando su trabajo. A su alrededor, los soldados del Imperio yacГ­an muertos. Eran vencedores.

Darius sentГ­a que allГ­, al lado de su padre, podГ­a enfrentarse a cualquier cosa de este mundo; sentГ­a que juntos eran una fuerza imparable. Y parecГ­a irreal estar realmente luchando al lado de su padre. Su padre, que Г©l siempre habГ­a soГ±ado que era un gran guerrero. Al fin y al cabo, su padre no era una persona cualquiera.

Entonces se escuchГі un coro de cuernos y la multitud vitoreГі. Al principio Darius esperaba que estuvieran aclamando por su victoria, pero a continuaciГіn se abrieron unas enormes puertas de hierro al otro extremo de la arena y supo que lo peor estaba justo a punto de empezar.

Entonces se escuchГі el sonido de una trompeta, mГЎs fuerte de lo que Darius jamГЎs habГ­a escuchado, y le llevГі un instante darse cuenta de que no era la trompeta de un hombre, sino la trompa de un elefante. Al mirar hacia la puerta, con el corazГіn latiendo fuerte ante la expectaciГіn, de repente aparecieron, para su sorpresa, dos elefantes completamente negros, con largos colmillos de un blanco reluciente, con los rostros retorcidos por la furia mientras se echaban hacia atrГЎs barritando.

El ruido hacГ­a temblar el mismo aire. Levantaban sus patas delanteras y las bajaban con un estruendo, golpeando el suelo con tanta fuerza que lo hacГ­an temblar, haciendo perder el equilibrio a Darius y a su padre. Encima de ellos iban soldados del Imperio, empuГ±ando lanzas y espadas, vestidos con armaduras de la cabeza a los pies.

Mientras Darius los inspeccionaba, alzando la vista para mirar a aquellas bestias, mГЎs grandes que cualquier cosa que se hubiera encontrado en la vida, supo que no habГ­a manera que Г©l y su padre pudieran ganar. Se dio la vuelta y vio que su padre estaba allГ­, sin miedo, sin echarse atrГЎs mientras miraba a la muerte fijamente a la cara de forma estoica. Esto le dio fuerza a Darius.

“No podemos ganar, Padre”, dijo Darius, manifestando lo evidente mientras los elefantes empezaban a ir al ataque.

“Ya hemos ganado, hijo mío”, dijo su padre. “Estando aquí y encarándonos a ellos, sin dar la vuelta y correr, los hemos derrotado. Nuestros cuerpos puede que mueran aquí hoy, pero nuestro recuerdo continúa vivo y ¡será un recuerdo de valor!”

Sin mГЎs palabras, su padre soltГі un grito y se dispuso a atacar y Darius, inspirado, gritГі y fue al ataque a su lado. Los dos corrieron hasta encontrarse con los elefantes, corriendo tan rГЎpido como podГ­an, sin ni siquiera dudar por encontrarse con la muerte de cara.

El momento del impacto no fue lo que Darius esperaba. EsquivГі una lanza que el soldado que iba encima del elefante le lanzГі directamente a Г©l, despuГ©s levantГі su espada y le dio una cuchillada en el pie al elefante mientras este iba directo hacia Г©l. Darius no sabГ­a cГіmo golpear a un elefante o si el golpe tendrГ­a algГєn impacto.

No lo tuvo. El golpe de Darius apenas le araГ±Гі la piel. La enorme bestia, enfurecida, bajГі su trompa y la balanceГі hacia los lados, golpeando a Darius en las costillas.

Darius saliГі volando por los aires a unos nueve metros, sintiendo que le faltaba el aire y cayГі de espaldas, dando vueltas por la arena. Dio mГЎs y mГЎs vueltas, intentando recuperar el aliento mientras escuchГі el grito ahogado de la multitud.

Se dio la vuelta e intentГі vislumbrar a su padre, preocupado por Г©l, y por el rabillo del ojo vio que arrojaba su lanza hacia arriba, apuntando a los ojos de uno de los enormes elefantes y, a continuaciГіn, se apartaba rodando mientras el elefante iba a por Г©l.

Fue un golpe perfecto. Se clavГі firmemente en su ojo y, al hacerlo, el elefante gritГі y barritГі, sus rodillas cedieron cuando tropezГі hacia el suelo y rodГі, llevГЎndose con Г©l al otro elefante en una enorme nube de polvo.

Darius consiguiГі ponerse de pie, inspirado y decidido, y fijГі la mirada en uno de los soldados del Imperio, que habГ­a caГ­do y estaba rodando por el suelo. El soldado logrГі ponerse sobre sus rodillas, entonces se dio la vuelta y, todavГ­a agarrando su lanza, apuntГі hacia la espalda del padre de Darius. Su padre estaba allГ­, desprevenido, y Darius supo que estarГ­a muerto en un instante.

Darius se puso en acciГіn. Fue hacia el soldado, levantГі su espada y, de un corte, le quitГі la lanza de la mano, a continuaciГіn la blandiГі y lo decapitГі.

La multitud vitoreГі.

Pero Darius tuvo poco tiempo para gozar de su triunfo: escuchГі un gran estruendo y, al darse la vuelta, vio que el otro elefante -junto con su jinete- habГ­a conseguido ponerse de pie y se le echaba encima. Sin tiempo para apartarse de su camino, Darius se tumbГі sobre su espalda, cogiГі la lanza y la sostuvo recta hacia arriba, mientras el pie del elefante se acercaba. EsperГі hasta el Гєltimo momento, entonces se apartГі rodando por el suelo de allГ­ mientras el elefante se disponГ­a a aplastarlo contra el suelo.

Darius sintiГі un fuerte viento cuando el pie del elefante pasГі a toda velocidad por su lado, no tocГЎndolo por centГ­metros y, a continuaciГіn, escuchГі un grito y el ruido del impacto de la lanza en la carne. La lanza se levantГі hacia arriba, atravesГі su carne y saliГі por el otro lado.

El elefante corcoveaba y chillaba, corriendo en cГ­rculos y, mientras lo hacГ­a, el soldado del Imperio que iba montado en Г©l, perdiГі el equilibrio y cayГі desde unos quince metros, gritando al llegar al suelo para encontrarse con su muerte, aplastado por la caГ­da.

El elefante, todavГ­a llevado por la furia, se balanceГі hacia el otro lado y golpeГі a Darius con su trompa haciendo que saliera volando una vez mГЎs y cayera en la otra direcciГіn, Darius sentГ­a como si todas sus costillas se estuvieran rompiendo.

Mientras Darius andaba sobre sus manos y sus rodillas, intentando recuperar la respiraciГіn, alzГі la vista y vio a su padre luchando con valor contra varios soldados del Imperio que habГ­an dejado salir por las puertas para ayudar a los demГЎs. Giraba y acuchillaba y daba golpes con su garrote, derribando a varios de ellos en todas direcciones.

El primer elefante que habГ­a caГ­do, con la lanza todavГ­a en el ojo, consiguiГі ponerse de pie, alentado por un latigazo de otro soldado del Imperio que se subiГі de un salto sobre su lomo. Bajo su mando, el elefante se rebelГі y despuГ©s fue directo hacia el padre de Darius quien, desprevenido, continuaba luchando contra los soldados.

Darius observaba cГіmo sucedГ­a mientras estaba allГ­ sin poder hacer nada, su padre demasiado lejos de Г©l y Г©l incapaz de llegar allГ­ a tiempo. El tiempo iba mГЎs despacio mientras Г©l veГ­a cГіmo el elefante se dirigГ­a directamente hacia Г©l.

“¡NO!” gritó Darius.

Darius observГі horrorizado cГіmo el elefante iba corriendo a toda velocidad hacia delante, directo hacia su padre, que estaba desprevenido. Darius echГі a correr por el campo de batalla, a toda prisa para llegar a tiempo y salvarlo. Pero sabГ­a que aunque corriera, aquello era inГєtil. Era como observar cГіmo su mundo se hacГ­a pedazos a cГЎmara lenta.

El elefante bajГі sus colmillos, corriГі hacia delante y atravesГі a su padre por la espalda.

Su padre gritГі, mientras le salГ­a la sangre por la boca y el elefante lo levantaba por los aires.

Darius sintiГі que su corazГіn se cerraba en un puГ±o mientras veГ­a a su padre, el guerrero mГЎs valiente que jamГЎs habГ­a visto, por los aires, atravesado por el colmillo, luchando por liberarse a pesar de que estaba muriendo.

“¡PADRE!” chilló Darius.




CAPГЌTULO DIEZ


Thorgin estaba en la proa del barco, agarrando con fuerza la empuГ±adura de su espada y mirando horrorizado al enorme monstruo marino que salГ­a de las profundidades del mar. Era del mismo color que el mar de sangre que habГ­a allГЎ abajo y, al alzarse mГЎs y mГЎs, proyectaba una sombra sobre la poca luz que habГ­a en aquella Tierra de Sangre. AbriГі sus enormes mandГ­bulas, dejando al descubierto docenas de filas de afilados dientes y lanzaba sus tentГЎculos en todas direcciones, algunos de ellos mГЎs largos que el barco, como si una criatura llegara de las mismas profundidades del infierno para darles un abrazo.

Entonces se precipitГі hacia el barco, dispuesto a tragГЎrselos a todos.

Al lado de Thorgrin, Reece, Selese, O’Connor, Indra, Matus, Elden y Angel, todos ellos sujetando sus armas, se mantenían firmes y sin miedo delante de aquella bestia. Thor reforzó su decisión al notar que la Espada de los Muertos vibraba en su mano y supo que debía pasar a la acción. Tenía que proteger a Angel y a los demás y sabía que no podía esperar a que la bestia viniera hacia ellos.

Thorgrin saltГі hacia delante para ir a su encuentro, se puso encima del barandal, levantГі la espada por encima de su cabeza y, cuando uno de los tentГЎculos se acercГі balanceГЎndose por un lado hacia Г©l, Г©l blandiГі la espada y lo cortГі. El enorme tentГЎculo, amputado, cayГі al barco con un ruido hueco, haciГ©ndolo temblar y despuГ©s resbalГі por cubierta hasta chocar con un estruendo contra el barandal.

Los otros tampoco dudaron. O’Connor soltó una avalancha de flechas hacia los ojos de la bestia, mientras Reece cortaba otro tentáculo que bajaba por la cintura de Selese. Indra arrojó su lanza, que le perforó el pecho, Matus blandió su mayal, que le amputó otro tentáculo, y Elden usó su hacha para cortarle dos de un golpe. A la una, la Legión cayó sobre aquella bestia, atacándola como una máquina precisa.

La bestia chillГі furiosa, con varios tentГЎculos perdidos y perforada por flechas y lanzas, estaba claro que la habГ­an cogido desprevenida con un ataque coordinado. Con su primer ataque detenido, gritГі todavГ­a mГЎs alto por la frustraciГіn, saliГі disparada hacia el aire y con la misma rapidez se sumergiГі bajo la superficie, creando nuevas olas y haciendo que el barco se balanceara a su paso.

Thor miraba fijamente en el repentino silencio, perplejo, y por un instante pensГі que quizГЎs se habГ­a retractado, que la habГ­an derrotado, especialmente al ver el charco de sangre de la bestia en la superficie. Pero entonces tuvo el presentimiento de que todo se habГ­a quedado muy tranquilo demasiado pronto.

Y entonces, demasiado tarde, se dio cuenta de lo que la bestia estaba a punto de hacer.

“¡AGARRAOS!” exclamó Thor a los demás.

Thor apenas habГ­a pronunciado las palabras cuando sintiГі que el barco se levantaba del agua de manera insegura, mГЎs y mГЎs alto, hasta que estuvo en el aire, en los tentГЎculos de la bestia. Thor bajГі la mirada y vio a la bestia allГ­ abajo, con sus tentГЎculos rodeando el barco de proa a popa. Se preparГі para la colisiГіn que estaba por llegar.

La bestia arrojГі el barco y este saliГі volando por los aires como un juguete, todos ellos intentaban sujetarse con todas sus fuerzas, hasta que finalmente fue a parar al mar, con un violento balanceo.

Thor y los demГЎs se soltaron y fueron resbalando por cubierta por todas partes, dГЎndose golpes contra la madera mientras el barco se sacudГ­a y daba vueltas. Thor divisГі a Angel resbalando por la cubierta, en direcciГіn al barandal, a punto de caer por la borda y, alargando el brazo, cogiГі su pequeГ±a mano, sujetГЎndola con fuerza mientras ella lo miraba presa por el pГЎnico.

Finalmente, el barco se enderezГі. Thor se puso de pie con dificultad, igual que los demГЎs, preparГЎndose para el siguiente ataque y, tan pronto como lo hizo, vio que la bestia nadaba hacia ellos a toda velocidad, agitando sus tentГЎculos. Agarraba el barco por todos lados, sus tentГЎculos trepaban por los bordes, por encima de la cubierta y venГ­an directos hacia ellos.

Thor escuchГі un grito y, al echar un vistazo, vio a Selese, con un tentГЎculo enredado en su tobillo, resbalando por cubierta, mientras tiraba de ella por la borda. Reece girГі rГЎpidamente y cortГі el tentГЎculo, pero con la misma rapidez otro tentГЎculo agarrГі a Reece por el brazo. MГЎs y mГЎs tentГЎculos trepaban por el barco y, al sentirse uno en su propio muslo, mirГі a su alrededor y vio a todos sus hermanos de la LegiГіn moviГ©ndose incontrolablemente, cortando tentГЎculos. Por cada uno que cortaban, aparecГ­an dos mГЎs.

Todo el barco estaba cubierto y Thor sabГ­a que si no hacГ­a algo pronto, serГ­an succionados hacia abajo para siempre. EscuchГі un chillido, arriba en el cielo y, al alzar la mirada, vio a una de las criaturas malignas que habГ­an escapado del infierno, volando por encima, echГЎndoles una mirada burlona mientras se iba volando.

Thor cerrГі los ojos, consciente de que aquella era una de sus pruebas, uno de los momentos trascendentales de su vida. IntentГі bloquear el mundo, para concentrarse en su interior. En su entrenamiento. En Argon. En su madre. En sus poderes. Г‰l era mГЎs fuerte que el universo, lo sabГ­a. HabГ­a poderes en lo profundo de su ser, poderes que estaban por encima del mundo fГ­sico. Aquella criatura era de esta tierra, pero los poderes de Thor eran mГЎs grandes. Г‰l podГ­a reunir los poderes de la naturaleza, los mismos poderes que habГ­an creado aquella bestia y enviarla de vuelta al infierno del que habГ­a venido.

Thor alargГі el brazo y colocГі la mano en el tentГЎculo de la bestia y, al hacerlo, lo chamuscГі. La bestia lo retirГі de su muslo de inmediato, como si le hubiera quemado.

Thor se puso de pie, se sentГ­a un hombre nuevo. Se girГі y vio que la bestia echaba la cabeza hacia atrГЎs por el borde del barco, abriendo sus mandГ­bulas, preparada para tragГЎrselos a todos. Vio a sus hermanos y hermanas de la LegiГіn resbalando, a punto de ser arrastrados por la borda.

Thor soltГі un gran grito de guerra y fue hacia la bestia. Se lanzГі hacia ella antes de que pudiera alcanzar a los demГЎs, privado de su espada y estirando sus manos ardientes en su lugar. AgarrГі a la bestia por la cara y le colocГі las manos encima y, al hacerlo, sintiГі que le abrasaban la cara a la bestia.

Thor la sujetaba con fuerza mientras la bestia chillaba y se retorcГ­a de dolor, intentando soltarse. Lentamente, un tentГЎculo tras otro, la bestia empezГі a soltar el barco y, mientras lo hacГ­a, Thor sentГ­a que su poder crecГ­a dentro de Г©l. AgarrГі a la bestia con firmeza y levantГі ambas manos, sintiendo el peso de la bestia al hacerlo, mientras la hacГ­a subir mГЎs y mГЎs. Pronto flotГі por encima de las manos de Thor, el poder de dentro de Thor la mantenГ­a a flote.

Entonces, cuando la bestia estuvo a unos nueve metros de altura, Thor se dio la vuelta y proyectГі sus manos hacia delante.

La bestia saliГі volando hacia delante, por encima del barco, chillando, dando vueltas sobre sГ­ misma. VolГі por los aires unos treinta metros, hasta que finalmente se quedГі sin fuerzas. CayГі al mar con un fuerte salpicГіn, para hundirse bajo la superficie a continuaciГіn.

Muerta.

Thor se quedГі allГ­ en silencio, su cuerpo entero todavГ­a estaba caliente, y lentamente, uno a uno, los otros se reagruparon, consiguiendo ponerse de pie y acercГЎndose a su lado. Thor estaba allГ­, respirando con dificultad, aturdido, mirando hacia el mar de sangre. MГЎs allГЎ, en el horizonte, con los ojos fijos en el castillo negro, que asomaba por encima de aquella tierra, el lugar que Г©l sabГ­a que tenГ­a a su hijo.

HabГ­a llegado el momento. Ahora no habГ­a nada que lo detuviera y, finalmente, era el momento de recuperar a su hijo.




CAPГЌTULO ONCE


Volusia estaba delante de sus muchos consejeros en las calles de la capital del Imperio, mirando fijamente atГіnita al espejo que tenГ­a en la mano. Examinaba su nuevo rostro desde cada ГЎngulo -una mitad todavГ­a era hermosa y la otra mitad estaba desfigurada, derretida- y sintiГі repugnancia. El hecho de que todavГ­a perdurara aquella mitad de su belleza hacГ­a que todo fuera, de algГєn modo, peor. Se dio cuenta de que hubiera sido mГЎs fГЎcil si se le hubiera desfigurado toda la cara -entonces ella no recordarГ­a nada de su anterior apariencia.

Volusia recordaba su deslumbrante buena imagen, la raГ­z de su poder, que la habГ­a llevado a travГ©s de todos los acontecimientos de su vida, que le habГ­a permitido manipular a hombres y mujeres por igual, hacer que los hombres se arrodillaran con una sola mirada. Ahora, todo aquello habГ­a desaparecido. Ahora, era otra chica de diecisiete aГ±os mГЎs y, peor aГєn, medio monstruo. No podГ­a soportar ver su propia cara.

En un ataque de rabia y desesperaciГіn, Volusia tirГі el espejo y observГі cГіmo se hacГ­a aГ±icos en las prГ­stinas calles de la capital. Todos sus consejeros estaban allГ­, en silencio, apartando la vista, pues todos sabГ­an que era mejor no hablarle en aquel momento. TambiГ©n quedaba claro para ella, mientras examinaba sus caras, que ninguno de ellos querГ­a mirarla, ver el horror que era ahora su cara.

Volusia miraba a su alrededor en busca de los Volks, deseosa por destrozarlos, pero ya se habГ­an ido, habГ­an desaparecido tan pronto hubieron echado aquella horrible maldiciГіn sobre ella. Le habГ­an advertido que no uniera sus fuerzas a ellos y ahora veГ­a que todas las advertencias eran ciertas. HabГ­a pagado un buen precio por ello. Un precio que nunca podrГ­a restaurarse.

Volusia querГ­a soltar su rabia sobre alguien y su mirada se posГі en Brinn, su nuevo comandante, un guerrero imponente que solo tenГ­a unos pocos aГ±os mГЎs que ella, que la habГ­a estado cortejando durante lunas. Joven, alto, musculoso, tenГ­a una increГ­ble apariencia y la habГ­a deseado todo el tiempo desde que lo conocГ­a. Sin embargo, ahora, para su ira, ni siquiera cruzaba la mirada con ella.

“Tú”, le siseó Volusia, apenas capaz de contenerse. “¿Ni siquiera vas a mirarme?”

Volusia se sonrojГі cuando Г©l alzГі la vista pero no la mirГі a los ojos. Este era su destino ahora, sabГ­a que para el resto de su vida la verГ­an como un bicho raro.

“¿Ahora te doy asco?” preguntó, con la voz rota por la desesperación.

BajГі la cabeza, pero no respondiГі.

“Muy bien”, dijo finalmente tras un largo silencio, decidida a cobrar la venganza sobre alguien, “entonces te lo ordeno: mirarás fijamente el rostro que más odias. Me demostrarás que soy hermosa. Te acostarás conmigo”.

El comandante alzГі la vista y la mirГі a los ojos por primera vez, con una expresiГіn de miedo y horror.

“¿Diosa?” preguntó, con la voz rota, aterrorizado, sabiendo que se enfrentaría a la muerte si desafiaba su orden.

Volusia hizo una amplia sonrisa, estaba feliz por primera vez, al darse cuenta de que era la venganza perfecta: acostarse con el hombre que la encontraba mГЎs repugnante.

“Después de ti”, dijo mientras se apartaba y hacía un gesto señalando hacia el aposento.



*



Volusia estaba delante de la alta ventana arqueada descubierta del piso superior del palacio de la capital del Imperio y, mientras salГ­an los soles a primera hora de la maГ±ana y las cortinas se inflaban tocГЎndole la cara, lloraba en silencio. sentГ­a cГіmo sus lГЎgrimas caГ­an por el lado bueno de su cara pero no por el otro, el lado que estaba deshecho. Era insensible.

Un ligero ronquido interrumpiГі en el aire y Volusia mirГі por encima de su hombro y vio a Brin allГ­ tumbado, todavГ­a dormido, con su cara fruncida en una expresiГіn de repugnancia, aГєn estando dormido. SabГ­a que Г©l habГ­a odiado cada instante que habГ­a estado con ella y con aquello se habГ­a vengado un poco. Pero todavГ­a no se sentГ­a satisfecha. No podГ­a soltarlo contra los Volks y ella todavГ­a sentГ­a la necesidad de venganza.

Era una dГ©bil venganza, apenas la que ella deseaba. Al fin y al cabo, los Volks habГ­an desaparecido, mientras ella todavГ­a estaba viva a la maГ±ana siguiente, todavГ­a encasquetada en ella misma, como tendrГ­a que estar el resto de su vida. Pegada a aquella imagen, aquel rostro desfigurado, que ni ella podГ­a soportar.

Volusia se secГі las lГЎgrimas y mirГі hacia fuera, mГЎs allГЎ del lГ­mite de la ciudad, mГЎs allГЎ de los muros de la capital, en lo profundo del horizonte. Estaban allГ­ acampados y sus ejГ©rcitos estaban aumentando. La estaban rodeando lentamente, reuniendo a millones de todos los rincones del Imperio, todos preparГЎndose para invadir. Para aplastarla.

RecibГ­a bien el enfrentamiento. SabГ­a que no necesitaba a los Volks. No necesitaba a ninguno de sus hombres. PodГ­a matarlos ella sola. Al fin y al cabo, era una diosa. HacГ­a tiempo que habГ­a dejado el reino de los mortales y ahora era una leyenda, una leyenda que nadie, ni ningГєn ejГ©rcito del mundo podГ­a detener. Los recibirГ­a ella sola y los matarГ­a a todos, para siempre.

Entonces, por fin, no quedarГ­a nadie que se enfrentara a ella. Entonces, sus poderes serГ­an supremos.

Volusia escuchГі un crujido tras ella y percibiГі movimiento por el rabillo del ojo. Vio que Brin se levantaba de la cama, apartaba las sГЎbanas y empezaba a vestirse. Vio que se marchaba con cuidado de no ser visto, de no hacer ruido y ella se dio cuenta de que querГ­a escaparse de la habitaciГіn antes de que lo viera, para no tener que volver a mirarla a la cara. Aquello ya era el colmo.

“Oh, Comandante”, le llamó con desinterés.

Vio cГіmo se quedaba paralizado de golpe por el miedo; se daba la vuelta y la miraba de mala gana y, cuando lo hizo, ella le sonriГі, torturГЎndolo con sus grotescos labios derretidos.

“Ven aquí, Comandante”, dijo. “Antes de que te vayas, quiero mostrarte algo”.

Г‰l se girГі lentamente y cruzГі la habitaciГіn andando hasta llegar a ella y se quedГі allГ­ mirando hacia fuera, mirando a cualquier lugar menos a su cara.

“¿No tienes un dulce beso de despedida para tu Diosa?” preguntó.

Vio cГіmo se resistГ­a siempre muy ligeramente y sintiГі de nuevo la ira ardiendo en su interior.

“Déjalo”, añadió con una expresión sombría. “Pero, por lo menos, hay algo que quiero mostrarte. Mira. ¿Ves allí, en el horizonte? Mira más de cerca. Dime lo que ves allá abajo”.

Г‰l dio un paso adelante y ella le colocГі la mano encima del hombro. Se inclinГі hacia delante y observГі la lГ­nea del horizonte con atenciГіn y, mientras lo hacГ­a, ella vio que fruncГ­a el ceГ±o confundido.

“No veo nada, Diosa. Nada fuera de lo normal”.

Volusia hizo una amplia sonrisa, sintiendo que el viejo deseo de venganza crecГ­a dentro de ella, sintiendo la vieja sed de venganza, de crueldad.

“Mira más de cerca, Comandante”, dijo.

Г‰l se inclinГі un poco mГЎs hacia delante y, con un movimiento rГЎpido, ella lo agarrГі por detrГЎs de su camisa y, con todas sus fuerzas, lo lanzГі de cara por la ventana.

Brin chillaba mientras agitaba brazos y piernas y volaba por los aires, cayendo a unos treinta metros, hasta que finalmente fue a parar de cara a la calle allГЎ abajo, muriendo al instante. El golpe seco resonГі en las calles que, por lo demГЎs, estaban tranquilas.

Volusia hizo una amplia sonrisa, examinГі su cuerpo, sintiendo finalmente una sensaciГіn de venganza.

“Te ves a ti mismo”, respondió. “¿Quién es el menos grotesco de los dos ahora?”




CAPГЌTULO DOCE


Gwendolyn caminaba por los sombrГ­os pasillos de la torre de los Buscadores de la Luz, con Krohn a su lado, subiendo lentamente por la rampa circular que habГ­a a los lados del edificio. El camino estaba bordeado de antorchas y fieles al culto, de pie atentos en silencio, con las manos escondidas en sus sotanas y la curiosidad de Gwen crecГ­a mientras continuaba subiendo un piso tras otro. El hijo del rey, Kristof, la habГ­a acompaГ±ado medio camino tras su encuentro, despuГ©s habГ­a dado la vuelta y habГ­a bajado, dГЎndole instrucciones de que tendrГ­a que completar el viaje sola para ver a Eldof, de que ella sola podГ­a enfrentarse a Г©l. Por la forma en que todos hablaban de Г©l, parecГ­a que se tratase de un dios.

Un suave canto llenaba el aire cargado de incienso, mientras Gwen subГ­a la suave rampa y se preguntaba: ВїQuГ© secreto guardaba Eldof? ВїLe darГ­a la informaciГіn que necesitaba para salvar al Rey y a la Cresta? ВїPodrГ­a sacar a la familia del Rey de aquel lugar alguna vez?

Cuando Gwen girГі una esquina, la torre se abriГі de golpe y se quedГі sin aliento ante lo que vio. EntrГі en una habitaciГіn elevada con un techo de unos treinta metros, con las paredes llenas de vitrales que iban del suelo hasta el techo. Una tenue luz lo inundaba todo, llena de escarlatas, violetas y rosas, dГЎndole a la habitaciГіn una cualidad etГ©rea. Y lo que hacГ­a todo aquello mГЎs surrealista era ver a un hombre sentado solo en aquel enorme lugar, en el centro de la habitaciГіn, los rayos de luz bajaban sobre Г©l como iluminГЎndolo a Г©l y solo a Г©l.

Eldof.

El corazГіn de Gwen latГ­a con fuerza al verlo allГ­ sentado al fondo de la habitaciГіn, como un dios caГ­do del cielo. Estaba allГ­ sentado, con las manos plegadas dentro de su brillante manto dorado, con la cabeza completamente calva, en un enorme y magnГ­fico trono grabado de mГЎrmol, con antorchas a ambos lados del mismo y en la rampa que llevaba hacia Г©l, iluminando indirectamente la habitaciГіn. Aquella habitaciГіn, aquel trono, la rampa que llevaba hasta Г©l, eran mГЎs impresionantes que acercarse a un Rey. EntendiГі enseguida por quГ© el Rey se sentГ­a amenazado por su presencia, su culto, aquella torre. Todo estaba diseГ±ado para intimidar e inspirar sumisiГіn.

No le hizo ninguna seГ±al, ni siquiera respondiГі a su presencia y Gwen, sin saber quГ© mГЎs hacer, empezГі a subir la larga y dorada pasarela que llevaba hasta su trono. Mientras avanzaba vio que no estaba allГ­ solo despuГ©s de todo, pues ocultos en las sombras habГ­a hileras de fieles todos en fila, con los ojos cerrados, las manos metidas dentro de sus sotanas, puestos en fila en la rampa. Se preguntaba cuГЎntos miles de seguidores tenГ­a.

Finalmente se detuvo a pocos metros de su trono y alzГі la vista.

Г‰l bajГі la vista para mirarla con unos ojos que parecГ­an viejos, de un azul claro, brillantes y mientras le sonreГ­a, sus ojos no tenГ­an ninguna calidez. Eran hipnotizadores. Aquello le recordaba cuando estaba en presencia de Argon.

No sabГ­a quГ© decir mientras la miraba fijamente; parecГ­a que estaba mirando fijamente a su alma. Se quedГі allГ­ en silencio, esperando a que Г©l estuviera listo y podГ­a sentir que Krohn se ponГ­a tenso a su lado, igualmente nervioso.

“Gwendolyn del Reino Oeste del Anillo, hija del Rey MacGil, la última esperanza para ser el salvador de su pueblo y del nuestro”, pronunció lentamente, como si estuviera leyendo algún texto antiguo, su voz era más profunda de lo que ella jamás había escuchado, se escuchaba como si resonara de la misma piedra. Sus ojos se clavaron en los de ella y su voz era hipnotizadora. Mirarlos fijamente le hacía perder toda noción del espacio, del tiempo y del lugar y Gwen ya sentía cómo la absorbía su culto de personalidad. Se sentía embelesada, como si no pudiera mirar a ningún otro lugar, aunque lo intentara. Inmediatamente sintió como si él fuera el centro del mundo y de golpe entendió cómo todas aquellas personas habían venido a adorarlo y a seguirlo.

Gwen lo mirГі fijamente, quedГЎndose por un momento sin palabras, una cosa que raramente le habГ­a sucedido. Nunca se habГ­a sentido tan deslumbrada, ella, que habГ­a estado ante muchos Reyes y Reinas; ella, que era Reina; ella, la hija de un Rey. Aquel hombre tenГ­a una cualidad, algo que no sabГ­a cГіmo describir; por un instante, incluso olvidГі por quГ© habГ­a venido.

Finalmente, aclarГі su mente el tiempo suficiente para poder hablar.

“He venido”, empezó, “porque…”

Г‰l se riГі, interrumpiГ©ndola, con un ruido corto y profundo.

“Ya sé por qué has venido”, dijo. “Lo sabía incluso antes de que tú lo hicieras. Sabía de tu llegada a este sitio -de hecho, lo supe incluso antes de que cruzaras el Gran Desierto. Supe de tu partida del Anillo, de tu viaje a las Islas Superiores y de tus viajes por el mar. Sé de tu marido, Thorgrin, y de tu hijo, Guwayne. Te he observado con gran interés, Gwendolyn. Te he observado durante siglos”.

Gwen sintiГі un escalofrГ­o ante sus palabras, ante la familiaridad de aquella persona que no conocГ­a. SintiГі un hormigueo por los brazos, por la espalda, preguntГЎndose cГіmo sabГ­a todo aquello. SintiГі que una vez estuviera en su Гіrbita, no podrГ­a escapar si lo intentaba.

“¿Cómo sabe todo esto?” preguntó.

Г‰l sonriГі.

“Soy Eldof. Soy el principio y el final del conocimiento”.

Se puso de pie y ella se quedГі estupefacta al ver que era dos veces mГЎs alto que cualquier hombre que hubiera conocido. Г‰l se acercГі un paso mГЎs, rampa abajo, y con sus ojos tan cautivadores, Gwen sentГ­a que no podГ­a moverse en su presencia. Era muy difГ­cil concentrarse ante Г©l, tener un pensamiento independiente por sГ­ misma.

Gwen se obligГі a despejar la mente, a concentrarse en el asunto que tenГ­a a mano.

“Su Rey le necesita”, dijo ella. “La Cresta le necesita”.

Г‰l rio.

“¿Mi Rey?” repitió con desprecio.

Gwen se obligГі a insistir.

“Él cree que usted sabe cómo salvar la Cresta. Cree que le esconde un secreto, uno que podría salvar este lugar y a toda esta gente”.

“Lo escondo”, respondió rotundamente.

A Gwen la dejГі de piedra su inmediata y sincera respuesta y apenas sabГ­a quГ© decir. Esperaba que lo hubiera negado.

“¿Lo esconde?” preguntó estupefacta.

Г‰l sonriГі pero no dijo nada.

“Pero ¿por qué?” preguntó. “¿Por qué no comparte este secreto?”

“¿Y por qué debería hacerlo?” preguntó él.

“¿Por qué?” preguntó ella perpleja. “Evidentemente, para salvar este reino, para salvar a su pueblo”.

“¿Y por qué querría hacer esto?” insistió él.

Gwen entrecerrГі los ojos, confundida; no tenГ­a ni idea de cГіmo responder. Finalmente, Г©l suspirГі.

“Tu problema”, dijo él, “Es que crees que todo el mundo debe salvarse. Pero aquí es donde te equivocas. Tú miras al tiempo bajo el prisma de unas simples décadas; yo lo veo en referencia a siglos. Tú ves a las personas indispensables; yo las veo como simples dientes de la gran rueda del destino y el tiempo”.

Se acercГі un paso mГЎs, con los ojos ardiendo.

“Algunas personas, Gwendolyn, tienen que morir. Algunas personas necesitan morir”.

“¿Necesitan morir?” preguntó horrorizada.

“Algunos necesitan morir para liberar a otros”, dijo. Algunos deben caer para que otros se levanten. ¿Qué hace a una persona más importante que otra? ¿A un sitio más importante que otro?”

Reflexionaba sobre sus palabras, cada vez mГЎs confundida.

“Sin la destrucción, sin la devastación, no habría crecimiento. Sin las arenas vacías del desierto, no habría cimientos en los que construir las grandes ciudades. ¿Qué es más importante: la destrucción o el crecimiento que le seguirá? ¿No lo comprendes? ¿Qué es la destrucción sino unos cimientos?

Gwen, confundida, intentaba comprender, pero sus palabras solo acentuaban su confusiГіn.

“Entonces va a quedarse esperando y va a permitir que la Cresta y su gente mueran?” preguntó. “¿Por qué? ¿En qué lo beneficiará?”

Г‰l rio.

“¿Por qué tendría que hacerse todo siempre por un beneficio?” preguntó. “No los salvaré porque no tienen que salvarse”, dijo rotundamente. “Este lugar, la Cresta, no debe sobrevivir. Debe ser destruido. El Rey debe ser destruido. Todas estas personas deben ser destruidas. Y no me corresponde interponerme en el camino del destino. Se me ha concedido el don de ver el futuro, pero es un don del que no abusaré. No cambiaré lo que veo. ¿Quién soy yo para interponerme en el camino del destino?”

Gwendolyn no pudo evitar pensar en Thorgrin y en Guwayne.

Eldon hizo una amplia sonrisa.

“Ah, sí”, dijo, mirándola. “Tu marido, tu hijo”.

Gwen le devolviГі la mirada, atГіnita, preguntГЎndose cГіmo le habГ­a leГ­do la mente.

“Deseas ayudarlos con todas tus fuerzas”, añadió y, a continuación, negó con la cabeza. “Pero a veces no puedes cambiar el destino”.

Ella enrojeciГі y se sacudiГі sus palabras, decidida.

“Yo cambiaré el destino”, dijo enérgicamente. “Cueste lo que cueste. Incluso aunque tenga que entregar mi propia alma”.

Eldof la mirГі atentamente durante un buen rato, examinГЎndola.

“Sí”, dijo. “Lo harás, ¿cierto? Puedo ver esa fuerza en ti. El espíritu de un guerrero”.

Г‰l la examinГі y, por primera vez, vio un poco de seguridad en su expresiГіn.

“No esperaba encontrar esto dentro de ti”, continuó, con voz humilde. “Hay unos pocos seleccionados, como tú, que tienen el poder de cambiar el destino -no en la Cresta. La muerte viene hacia aquí. Lo que ellos necesitan no es un salvamento, sino un éxodo. Necesitan un nuevo líder, que los guíe a través del Gran Desierto. Creo que ya sabes que tú eres este líder”.

Gwen sintiГі un escalofrГ­o ante sus palabras. No se imaginaba a ella misma con la fuerza de volver a pasar todo aquello de nuevo.

“¿Cómo voy a dirigirlos?”, preguntó, agotada por el pensamiento. “¿Y dónde nos queda por ir? Estamos en medio de la nada”.

Г‰l se girГі, se quedГі en silencio y, mientras empezaba a caminar, Gwen sintiГі un repentino deseo ardiente de saber mГЎs.

“Cuéntame”, dijo, saliendo disparada hacia él y agarrándolo por el brazo.

Г‰l se dio la vuelta y mirГі su mano, como si una serpiente le estuviera tocando, hasta que al final ella la retirГі. Varios de sus monjes salieron corriendo de las sombras y se detuvieron allГ­ cerca, mirГЎndola furiosos, hasta que finalmente Eldof les hizo una seГ±al con la cabeza y se retiraron.

“Dime”, le dijo él a ella, “te responderé una vez. Solo una vez. ¿Qué es lo que deseas saber?”

Gwen respirГі profundamente, desesperada.

“Guwayne”, dijo, sin aliento. “Mi hijo. ¿Cómo puedo recuperarlo? ¿Cómo cambio el destino?”

Г‰l la mirГі durante un buen rato.

“La respuesta ha estado delante de ti todo este tiempo y, sin embargo, no la ves”.

Gwen se estrujaba el cerebro, desesperada por saber y, sin embargo, no comprendГ­a de quГ© se trataba.

“Argon”, añadió él. “Hay un secreto que teme contarte. Ahí es donde yace tu respuesta”.

Gwen estaba estupefacta.

“¿Argon?” preguntó. “¿Argon lo sabe?”

Eldof negГі con la cabeza.

“Él no. Pero sí su maestro”.

La mente de Gwen daba vueltas.

“¿Su maestro?” preguntó ella.

Gwen nunca habГ­a pensado que Argon tuviera un maestro.

Eldof asintiГі.

Pídele que te lleve hasta él”, dijo, con rotundidad en su voz. “Las respuestas que recibas te asustarán incluso a ti”.




CAPГЌTULO TRECE


Mardig andaba de forma pomposa y con decisiГіn por los pasillos del castillo, su corazГіn latГ­a con fuerza mientras contemplaba en su imaginaciГіn lo que estaba a punto de hacer. BajГі el brazo y con una mano sudorosa agarrГі el puГ±al que estaba bien escondido en su cintura. HacГ­a la ruta que habГ­a hecho un millГіn de veces antes, de camino a ver a su padre.

Ahora la habitaciГіn del Rey no estaba lejos y Mardig serpenteaba los conocidos pasillos, pasando por todos los guardias que saludaban con una reverencia al ver al hijo del Rey. Mardig sabГ­a que tenГ­a poco que temer de ellos. Nadie tenГ­a ni idea de lo que iba a hacer y nadie sabrГ­a lo que habГ­a sucedido hasta que mucho despuГ©s de que el acto estuviera hecho y el reino fuera suyo.

Mardig sintiГі un remolino de emociones opuestas mientras se obligaba a sГ­ mismo a poner un pie delante del otro, con las rodillas temblorosas, se obligaba a mantenerse resuelto mientras se preparaba para el hecho que habГ­a contemplado toda su vida. Su padre siempre habГ­a sido un tirano para Г©l, siempre lo habГ­a visto con malos ojos, mientras aprobaba a sus otros hijos guerreros. Incluso aprobaba a su hija mГЎs que a Г©l. Todo porque Г©l, Mardig, habГ­a escogido no participar en esta cultura de la caballerГ­a; todo porque Г©l preferГ­a beber vino y perseguir mujeres -en lugar de matar hombres.

A ojos de su padre, esto lo convertГ­a en un fracaso. Su padre nunca habГ­a visto con buenos ojos todo lo que Mardig hacГ­a, sus ojos de desaprobaciГіn lo seguГ­an por todos los rincones y Mardig siempre habГ­a soГ±ado con echar cuentas un dГ­a. Y, al mismo tiempo, Mardig podГ­a hacerse con el poder. Todo el mundo esperaba que el reino cayera sobre uno de sus hermanos, el mayor, Koldo, o, si no era Г©l, entonces sobre el gemelo de Mardig, Ludvig. Pero Mardig tenГ­a otros planes.

Cuando Mardig girГі la esquina, los soldados que la vigilaban la puerta le saludaron con una reverencia y dieron la vuelta para abrГ­rsela sin ni siquiera preguntar por quГ©.

Pero, de repente, uno de ellos se detuvo inesperadamente y se girГі para mirarlo.

“Mi señor”, dijo, “el Rey no nos avisó sobre ninguna visita esta mañana”.

El corazГіn de Mardig empezГі a latir con fuerza, pero Г©l se obligГі a parecer valiente y seguro; se girГі y mirГі fijamente al soldado, con una mirada de privilegio, hasta que finalmente vio que el soldado parecГ­a inseguro.

“¿Y yo soy una simple visita?” contestó Mardig con frialdad, haciendo todo lo que podía para que pareciera que no tenía miedo.

El guardia se retirГі rГЎpidamente y Mardig entrГі por la puerta abierta y los guardias la cerraron tras Г©l.

Mardig entrГі con aire pomposo a la habitaciГіn y, al hacerlo, vio la mirada de sorpresa de su padre, que estaba al lado de la ventana, mirando hacia fuera y pensando en su reino. Lo mirГі confundido.

“Mardig”, dijo su padre, “¿a qué debo el privilegio? No te convoqué. Ni te has molestado en visitarme durante las últimas lunas -a no ser que quisieras algo”.

El corazГіn de Mardig golpeaba fuerte en su pecho.

“No he venido a pedirte nada, Padre”, respondió. “He venido a llevármelo”.

Su padre parecГ­a confundido.

“¿A llevártelo?” preguntó.

“A llevarme lo que es mío”, respondió Mardig.

Mardig hizo unos cuantos pasos largos por la habitaciГіn, armГЎndose de valor, mientras su padre lo miraba perplejo.

“¿Y qué es lo que es tuyo?” preguntó.

Mardig sentГ­a que le sudaban las manos, el puГ±al en su mano y no sabГ­a si serГ­a capaz de hacer aquello.

“¿Por qué?, el Reino”, dijo.

Mardig sacГі lentamente el puГ±al que tenГ­a en su mano, deseando que su padre lo viera antes de apuГ±alarlo, deseando que su padre viera de primera mano lo mucho que lo odiaba. QuerГ­a ver la expresiГіn de miedo, de conmociГіn y de rabia de su padre.

Pero cuando su padre mirГі hacia abajo, no fue el momento que Mardig habГ­a esperado. Г‰l habГ­a esperado que su padre se resistiera, que contraatacara; pero, en cambio, lo mirГі con tristeza y compasiГіn.

“Mi chico”, dijo. “Todavía eres mi hijo, a pesar de todo, y te quiero. Yo sé que en el fondo de tu corazón, tú no quieres hacer esto”.

Mardig entrecerrГі los ojos, confundido.

“Estoy enfermo, hijo mío”, continuó el Rey. “Muy pronto, estaré muerto. Cuando lo esté, mi Reino pasará a tus hermanos, no a ti. Aunque me mataras ahora, no ganarías nada con ello. Todavía serías el tercero en la línea. Así que baja tu arma y abrázame. Todavía te quiero, como haría cualquier padre”.

Mardig, en un repentino ataque de rabia, con las manos temblorosas, saltГі hacia delante y clavГі el puГ±al en lo profundo del corazГіn de su padre.

Su padre estaba allГ­, con los ojos sobresalidos por la incredulidad, mientras Mardig lo cogГ­a con fuerza y lo miraba a los ojos.

“Tu enfermedad te ha hecho débil, Padre”, dijo. “Hace cinco años no podría haber hecho esto. Y un reino no merece un rey débil. Sé que morirás pronto, pero esto no es lo suficientemente pronto para mí”.

Su padre se desplomГі finalmente en el suelo, inmГіvil.

Muerto.

Mardig bajГі la mirada, respirando con dificultad, todavГ­a conmocionado por lo que acababa de hacer. Se secГі la mano en su tГєnica, tirГі el cuchillo y fue a parar al suelo con un sonido metГЎlico.

Mardig mirГі a su padre con la cara enfurruГ±ada.

“No te preocupes por mis hermanos, Padre”, añadió. “También tengo un plan para ellos”.

Mardig pasГі por encima del cadГЎver de su padre, se acercГі a la ventana y mirГі hacia abajo, hacia la capital. Su ciudad.

Ahora todo era suyo.




CAPГЌTULO CATORCE


Kendrick levantГі su espada y parГі un golpe mientras un Caminante de Arena dirigГ­a su afiladГ­sima garra hacia su cara. Lo parГі con un golpe metГЎlico, salieron chispas volando, y Kendrick se quitГі de en medio, mientras la criatura deslizaba sus garras por la espada y golpeaba con fuerza su cabeza.

Kendrick daba vueltas y daba tajos, pero la criatura era sorprendentemente rГЎpido. Se echГі hacia atrГЎs, Kendrick fallГі por poco con su espada. Entonces se lanzГі hacia delante, dio un salto alto y fue directo hacia Kendrick, pero esta vez, estaba preparado. HabГ­a subestimado su velocidad, pero no lo harГ­a una segunda vez. Kendrick se puso en cuclillas y levantГі la espada en alto y dejГі que la bestia se quedara atravesada por sГ­ sola, cayendo justo a travГ©s de la espada.

Kendrick se levantГі para ponerse de rodillas y blandiГі su espada por lo bajo, cortando las piernas a dos Caminantes de Arena mientras se dirigГ­an hacia Г©l. Entonces se girГі y empujГі su espada hacia atrГЎs, apuГ±alando a uno en la barriga justo antes de que cayera de espaldas.

Las bestias le caГ­an de todas direcciones y Kendrick se encontrГі en medio de una acalorada batalla, con Brandt y Atme a un lado y Koldo y Ludvig al otro. Por instinto, los cinco se pusieron de espaldas el uno contra el otro, formando un cГ­rculo hermГ©tico, espalda contra espalda, dando cortes, dando golpes y patadas, manteniendo a las criaturas a raya a la vez que se cubrГ­an la espalda el uno al otro.

Luchaban, luchaban y luchaban bajo los abrasadores soles, sin ningГєn lugar en el que retirarse en el vasto espacio abierto. A Kendrick le dolГ­an los hombros y tenГ­a sangre hasta los codos, estaba agotado por la larga caminata, por la interminable batalla. No les quedaban reservas, ni ningГєn sitio al que ir y todos ellos luchaban por sus vidas. Los furiosos chillidos de aquellas bestias llenaban el aire, mientras caГ­an a derecha y a izquierda. Kendrick sabГ­a que debГ­an ir con cuidado; el camino de vuelta era largo y, si alguno de ellos resultaba herido, la situaciГіn serГ­a extrema.

Mientras luchaba, en la distancia, Kendrick entreviГі al chico, Kaden, y sintiГі alivio al ver que todavГ­a estaba vivo. Luchaba, con las manos y los brazos atados a la espalda y retenido por varias criaturas. Verlo motivГі a Kendrick, le recordГі por quГ© habГ­a venido hasta aquГ­ para empezar. Luchaba con furia, doblando sus esfuerzos, intentando desbrozar a cuchilladas a aquellas bestias y abrirse camino hacia el chico. No le gustaba la forma en que lo sujetaban y sabГ­a que tenГ­a que llegar hasta Г©l antes de que aquellas criaturas hicieran algo temerario.

Kendrick gimiГі de dolor cuando, de repente, sintiГі un corte en el brazo. Se girГі y vio a una criatura atacando de nuevo, yendo directo a su cara con sus afiladГ­simas garras. No pudo reaccionar a tiempo y se preparГі para el golpe, esperando que le partiera la cara en dos cuando, de repente, Brandt se lanzГі hacia delante y atravesГі el pecho de la criatura con su espada, salvando a Kendrick en el Гєltimo momento.

A la vez, Atme dio un paso adelante y rajГі a la criatura justo antes de que pudiera hundir sus colmillos en la garganta de Brandt.

Entonces Kendrick girГі y dio cuchilladas a dos criaturas antes de que se abalanzaran sobre Atme.

Iba de aquГ­ para allГЎ, girando y dando cuchilladas, luchando criatura contra criatura hasta la Гєltima. Las criaturas caГ­an a sus pies, amontonГЎndose en la arena y esta se volviГі roja por la sangre.

Por el rabillo del ojo, Kendrick divisГі a varias criaturas que agarraban a Kaden y empezaban a correr con Г©l. El corazГіn de Kendrick latГ­a con fuerza; sabГ­a que era una situaciГіn extrema. Si las perdГ­a de vista, desaparecerГ­an en el desierto y no volverГ­an a encontrar a Kaden.

Kendrick sabГ­a que debГ­a ponerse a correr. Se escapГі de la lucha, dando codazos a varias criaturas para abrirse camino, y fue en busca del chico, dejando a los otros luchando contra las criaturas. Varias criaturas lo siguieron y Kendrick se girГі, dГЎndoles patadas y rajГЎndolos para disuadirlas mientras avanzaba. Kendrick sentГ­a que lo araГ±aban por todos lados, pero a pesar de ello, no se detuvo. TenГ­a que llegar hasta Kaden a tiempo.

Al divisar a Kaden, Kendrick supo que debГ­a detenerlo; sabГ­a que solo tenГ­a una posibilidad.

Kendrick alargГі la mano hasta su cintura, agarrГі un cuchillo y lo lanzГі. Fue a parar al cuello de la criatura y la matГі justo antes de que pudiera clavar sus garras en la garganta de Kaden. Kendrick saliГі disparado de la multitud, achicando la brecha, corriendo directo hasta Kaden y apuГ±alando a otra justo antes de que pudiera acabar con Г©l.

Kendrick se puso en situaciГіn de defensa ante Kaden, que yacГ­a atado en el suelo, mientras Kendrick acababa con sus captores. A medida que se le acercaban mГЎs criaturas, Kendrick paraba sus garras en todas direcciones. Estaba rodeado, dando cuchilladas en todas direcciones, pero decidido a salvar a Kaden. Vio que los demГЎs estaban demasiado inmersos en la batalla para correr al lado de Kaden.

Kendrick levantГі la espada en alto y cortГі las cuerdas del chico, liberГЎndolo.

“¡Toma mi espada!” le rogó Kendrick.

Kaden agarrГі la espada corta sobrante de la vaina de Kendrick, se dio la vuelta y se enfrentГі al resto de criaturas, al lado de Kendrick. Aunque era joven, Kendrick vio que el chico era rГЎpido, valiente y atrevido y Kendrick se sintiГі satisfecho de tenerlo a su lado, luchando contra las criaturas.

Luchaban bien juntos, derribando criaturas a diestro y siniestro. Pero, a pesar de luchar como lo hacГ­an, habГ­a demasiadas de ellas y Kendrick y Kaden pronto estuvieron completamente rodeados.

Kendrick estaba perdiendo fuerza, sus hombros estaban agotados, cuando de repente vio que las criaturas empezaban a caer y escuchГі un gran grito de batalla tras ellas. Kendrick estaba eufГіrico al ver a Koldo, Ludvig, Brandt y Atme abriГ©ndose camino entre las filas, matando criaturas en todas direcciones. Alentado, Kendrick contraatacГі, dando un Гєltimo empujГіn con Kaden a su lado. Los seis, luchando juntos, eran imparables, derribaban a todas las criaturas.

Kendrick estaba allГ­ en silencio, respirando con dificultad sobre la arena del desierto, estudiando la situaciГіn; apenas podГ­a creer lo que acababan de hacer. A su alrededor se amontonaban los cadГЎveres de las bestias, tumbados en varias direcciones, la arena roja por la sangre. Г‰l y los demГЎs estaban cubiertos de heridas, desollados, pero todos vivos. Y Kaden, con una sonrisa de oreja a oreja, era libre.

Kaden alargГі los brazos para abrazar a cada uno de ellos, uno a uno, empezando por Kendrick, mirГЎndolo de manera significativa. GuardГі su Гєltimo abrazo para Koldo, su hermano mayor, y Koldo le devolviГі el abrazo, mientras su negra piel parecГ­a ondear en el cielo.

“No puedo creer que vinieras a por mí”, dijo Kaden.

“Eres mi hermano”, dijo Koldo. “¿En qué otro lugar iba a estar?”

Kendrick escuchГі un ruido y, al echar un vistazo, vio a los seis caballos que aquellas criaturas habГ­an secuestrado, todos atados juntos con una cuerda y Г©l y los demГЎs intercambiaron miradas cГіmplices.

A la una, todos fueron corriendo hacia allГ­ y montaron sobre las bestias, apenas estaban sentados cuando les hundieron sus talones y espolearon a las bestias a ir hacia delante, de vuelta al Desierto, todos en direcciГіn a la Cresta, finalmente de vuelta a casa.




CAPГЌTULO QUINCE


Erec estaba en la popa de su barco, ocupando la parte trasera de su flota y mirando con ansiedad por encima de su hombro una vez mГЎs. Por un lado, se sentГ­a aliviado porque habГ­an conseguido aniquilar la aldea del Imperio y desviarse rГ­o arriba hacia Volusia, hacia Gwendolyn; por otro lado, habГ­a pagado un precio caro, no solo en hombres perdidos, sino en tiempo perdido -se habГ­a quedado sin la ventaja que le llevaba a lo que quedaba de la flota del Imperio. Al mirar hacia atrГЎs vio que los seguГ­an, demasiado cerca, serpenteando rГ­o arriba, a pocos cientos de metros, ondeando las banderas negras y doradas del Imperio. HabГ­a perdido la ventaja de un dГ­a que les llevaba y ahora ellos le seguГ­an enfurecidos, como un avispГіn persiguiendo a su presa, con sus barcos superiores y mejor dirigidos, acercГЎndose mГЎs con cada rГЎfaga de viento.

Erec se girГі y examinГі el horizonte. Por sus vigilantes sabГ­a que Volusia estaba en algГєn lugar mГЎs allГЎ de la curva, sin embargo, a la velocidad a la que el Imperio estaba achicando la brecha, se preguntaba si su pequeГ±a flota la alcanzarГ­a a tiempo. Empezaba a darse cuenta de que, si no llegaba a tiempo, tendrГ­an que dar la vuelta y defender su posiciГіn y aquella era una posiciГіn, para la que estaban ampliamente superados en nГєmero, que no podrГ­an ganar.

Erec escuchГі un ruido que hizo que se le erizaran los pelos de la nuca y, al darse la vuelta y alzar la vista, vio algo que le dejГі helado de miedo: habГ­an soltado una avalancha de flechas del Imperio y ahora surcaban el aire, ennegreciendo el cielo, dirigiГ©ndose en un arco alto hacia su flota. Erec se preparГі y observГі aliviado que la primera avalancha iba a parar al agua que estaba a su alrededor, a quizГЎs menos de veinte metros de ellos, el ruido de las flechas al golpear el agua sonaba como pesadas gotas de lluvia.

“¡FLECHAS!” exclamó Erec, alertando a sus hombres para que se pusieran a cubierto.

La mayorГ­a de ellos lo hicieron, sin que les sobrara mucho tiempo. Pronto siguiГі otra avalancha, estas disparadas por ballestas de mayor alcance y Erec observГі horrorizado cГіmo una alcanzaba la cubierta de su barco y uno de sus soldados gritaba. Erec se dio la vuelta y vio cГіmo salГ­a de su pierna, perforada por una flecha fortuita, la Гєnica con un alcance lo suficientemente lejano para llegar hasta Г©l.

Erec sintiГі una rГЎfaga de indignaciГіn y de urgencia. El Imperio los tenГ­a dentro de su alcance; muy pronto los adelantarГ­an y con la flota de miles de barcos del imperio, simplemente no habГ­a forma de que los pudieran derrotar. Erec sabГ­a que tenГ­a que pensar con rapidez.




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